ORIGINALES:
Historia de la Participación Social en Salud
Popular las Brigadas de Salud como instancias y
orgánicas más permanentes, organizaciones ge-
neradas democráticamente desde la comunidad y
legitimadas institucionalmente como cuerpos in-
termedios de los aparatos de salud. Estas Brigadas
comenzaron a ejercer importantes tareas en ma-
teria de prevención, de educación sobre las en-
fermedades, de vigilancia higiénica, incluso inter-
viniendo en temas de sanidad de los animales en
la población. La Brigadas de Salud se concebían
como un trabajo participativo en prevencion en
salud poblacional a nivel territorial.
A esta acción de organización y participación
social en el campo de la política de salud, el cuer-
po médico denominó “salud comunitaria”. Un
concepto que nos habla del ideario político-social
más importante de ese tiempo: el afán de cons-
truir comunidad transformando, por esa vía, la
democracia, transformado la sociedad. La salud
comunitaria, a través de su trabajo cotidiano y con
los pies bien puestos en la tierra poblacional, bus-
caba generar una sociedad democrática, participa-
tiva e integrada, cual era el gran proyecto político
de los 60 y 70.
Como sabemos y lo vivimos, este proyecto
democrático comunitario fue interrumpido por
el golpe del 11 de septiembre de 1973. Lo más
impactante de ese golpe civil/militar no fue solo
descabezar todo el sistema político existente des-
de la fundación de la República, eliminar los líde-
res de esa república democrática y generar terror
en la población, sino también y muy fundamen-
talmente, desmovilizar y desorganizar al pueblo
desde la base. Entonces se pierde toda esa energía
social, toda aquella iniciativa, toda esa experiencia
participativa, todo ese conocimiento generado en
la base comunitaria se va perdiendo con los años.
A partir del retorno a la nueva republica pro-de-
mocrática en los años 90, hemos estado esperan-
do recuperar esos procesos democráticos que
quedaron en suspenso. Muchos pensamos y creí-
mos que la transición a la democracia consistía en
un compás de espera necesario, antes de recupe-
rar los procesos democratizadores que habíamos
estado viviendo antes del 11 de septiembre de
1973. Sin embargo, la verdad es que la experiencia
histórica nos muestra que nunca se puede volver
simplemente atrás y menos cuando están todas las
hebras del tejido roto, dispersas, desarraigadas…
Somos un tejido roto, pero que, manteniendo su
rotura, ha seguido tejiendo su tela, viviendo in-
tensamente su actual contradicción: la de ser, por
un lado, una sociedad institucionalmente incorpo-
rada al mercado, de salud, de educación, etcéte-
ra y, por otro lado, una sociedad profundamente
desintegrada. Vivimos, desde esta disintegración,
así lo creo, en una falsa democracia, por lo que,
en este comienzo de siglo XXI, tendríamos que
levantar nuevamente la bandera de principios de
siglo XX en pos de una “verdadera democracia”.
Pero la raíz del árbol secular permanece. A
pesar del tejido y el olvido duermen en el vacío,
donde todo se puede volver a despertar y gene-
rar. Debemos comenzar a buscar y regar la raíz de
nuestro árbol plantado en este vacío. Así podría-
mos encontrar la determinante social originaria en
salud que es, sin duda, la comunidad; debemos re-
cuperar su capacidad organizativa, generativa y de
resistencia para poder participar en los cuidados
de la salud de los cuerpos, mancomunadamente
con los aparatos de salud, insertando a la comuni-
dad al “programa de salud comunitario familiar”
para que este programe desarrolle y realice su
concepto.
Las teorías participativas y la experiencia histó-
rica estan sobre la mesa, tenemos los ingredientes
para construir una sociedad democrática y partici-
pativa, como lo enseñaron los obreros de antaño
y los teóricos de los 60 y 70. ¿Cuáles son estos
ingredientes? Una comunidad territorial organiza-
da, un dialogo permanente entre la comunidad y
los funcionarios, un organizado régimen de visita,
un sistema de diagnóstico precoz, un servicio so-
cial en terreno y una red social territorial y vecinal.
Ahí, por ejemplo, está la Junta de Vecinos como
un fantasma de otro tiempo; aprovechémoslas de
norte a sur.
Desde la experiencia histórica de la salud social
y comunitaria, podemos comenzar a construir
una democracia verdadera.
Gracias.
REFERENCIAS
1. Palma D. La participación y la construc-
ción de ciudadanía: Documento de Trabajo Nº
27. Santiago, Chile: Centro de Investigaciones
Sociales, Universidad ARCIS.
13
Cuad Méd Soc (Chile) 2018, 58 (3): 7-13