Cuadernos Médicos Sociales 2018; Vol 58 N°3 | Page 15

ORIGINALES: Historia de la Participación Social en Salud Popular las Brigadas de Salud como instancias y orgánicas más permanentes, organizaciones ge- neradas democráticamente desde la comunidad y legitimadas institucionalmente como cuerpos in- termedios de los aparatos de salud. Estas Brigadas comenzaron a ejercer importantes tareas en ma- teria de prevención, de educación sobre las en- fermedades, de vigilancia higiénica, incluso inter- viniendo en temas de sanidad de los animales en la población. La Brigadas de Salud se concebían como un trabajo participativo en prevencion en salud poblacional a nivel territorial. A esta acción de organización y participación social en el campo de la política de salud, el cuer- po médico denominó “salud comunitaria”. Un concepto que nos habla del ideario político-social más importante de ese tiempo: el afán de cons- truir comunidad transformando, por esa vía, la democracia, transformado la sociedad. La salud comunitaria, a través de su trabajo cotidiano y con los pies bien puestos en la tierra poblacional, bus- caba generar una sociedad democrática, participa- tiva e integrada, cual era el gran proyecto político de los 60 y 70. Como sabemos y lo vivimos, este proyecto democrático comunitario fue interrumpido por el golpe del 11 de septiembre de 1973. Lo más impactante de ese golpe civil/militar no fue solo descabezar todo el sistema político existente des- de la fundación de la República, eliminar los líde- res de esa república democrática y generar terror en la población, sino también y muy fundamen- talmente, desmovilizar y desorganizar al pueblo desde la base. Entonces se pierde toda esa energía social, toda aquella iniciativa, toda esa experiencia participativa, todo ese conocimiento generado en la base comunitaria se va perdiendo con los años. A partir del retorno a la nueva republica pro-de- mocrática en los años 90, hemos estado esperan- do recuperar esos procesos democráticos que quedaron en suspenso. Muchos pensamos y creí- mos que la transición a la democracia consistía en un compás de espera necesario, antes de recupe- rar los procesos democratizadores que habíamos estado viviendo antes del 11 de septiembre de 1973. Sin embargo, la verdad es que la experiencia histórica nos muestra que nunca se puede volver simplemente atrás y menos cuando están todas las hebras del tejido roto, dispersas, desarraigadas… Somos un tejido roto, pero que, manteniendo su rotura, ha seguido tejiendo su tela, viviendo in- tensamente su actual contradicción: la de ser, por un lado, una sociedad institucionalmente incorpo- rada al mercado, de salud, de educación, etcéte- ra y, por otro lado, una sociedad profundamente desintegrada. Vivimos, desde esta disintegración, así lo creo, en una falsa democracia, por lo que, en este comienzo de siglo XXI, tendríamos que levantar nuevamente la bandera de principios de siglo XX en pos de una “verdadera democracia”. Pero la raíz del árbol secular permanece. A pesar del tejido y el olvido duermen en el vacío, donde todo se puede volver a despertar y gene- rar. Debemos comenzar a buscar y regar la raíz de nuestro árbol plantado en este vacío. Así podría- mos encontrar la determinante social originaria en salud que es, sin duda, la comunidad; debemos re- cuperar su capacidad organizativa, generativa y de resistencia para poder participar en los cuidados de la salud de los cuerpos, mancomunadamente con los aparatos de salud, insertando a la comuni- dad al “programa de salud comunitario familiar” para que este programe desarrolle y realice su concepto. Las teorías participativas y la experiencia histó- rica estan sobre la mesa, tenemos los ingredientes para construir una sociedad democrática y partici- pativa, como lo enseñaron los obreros de antaño y los teóricos de los 60 y 70. ¿Cuáles son estos ingredientes? Una comunidad territorial organiza- da, un dialogo permanente entre la comunidad y los funcionarios, un organizado régimen de visita, un sistema de diagnóstico precoz, un servicio so- cial en terreno y una red social territorial y vecinal. Ahí, por ejemplo, está la Junta de Vecinos como un fantasma de otro tiempo; aprovechémoslas de norte a sur. Desde la experiencia histórica de la salud social y comunitaria, podemos comenzar a construir una democracia verdadera. Gracias. REFERENCIAS 1. Palma D. La participación y la construc- ción de ciudadanía: Documento de Trabajo Nº 27. Santiago, Chile: Centro de Investigaciones Sociales, Universidad ARCIS. 13 Cuad Méd Soc (Chile) 2018, 58 (3): 7-13