Cuadernos Médicos Sociales 2018; Vol 58 N°3 | Page 14

el desarrollo, en dialogo comunitario. Una tercera teoría de la participación la formula Paulo Freire, en sus textos “La educación como practica de la libertad” (1967) y “La pedagogía del oprimido” (1970), donde va a sentar las bases de una teoría social participativa activa, como funda- mento del concepto de integración. Freire es he- geliano, dialéctico, por lo que en vez de visualizar una simple dicotomía “integración versus margi- nalidad”, él va a considerar el proceso de integra- ción como un momento de la conciencia y de la historia, el momento en que el sujeto oprimido va tomando conciencia de su ser y su existencia en el tiempo, en la historia y lo hace recogiendo lo que hereda, lo que incorpora y modifica; su condición histórica y su despertar de conciencia le hace par- ticipar de una cadena creadora de su mundo. Freire distingue dos sociedades: la “sociedad cerrada” y la “sociedad abierta”. La “sociedad ce- rrada” equivale a lo que Mattelart identifica como una sociedad pasiva, una sociedad que recibe pa- sivamente lo que le dan, lo se le ofrece, que no genera cambios, sino que está siempre buscando el beneficio de sí misma; es una sociedad silencia- da, la historia pasa fuera de ella. Por el contrario, el concepto de “sociedad abierta” se asocia con la democracia, con la critica, con el dialogo, con la creación, es el sujeto histórico que emerge de su inmersión acrítica anterior y donde el cambio es conducido por el dialogo social, empapado de utopía. Se trata de un optimismo crítico, en el sen- tido de un estar conciente de poder crear nuestra socie- dad, lo que efectivamente hacemos. En Freire esta emergencia activa supone y exige la participación o la presencia activa del pueblo en su proceso. Freire critica la política que establece una re- lación pasiva con el pueblo, considerado como objeto, sustrayéndolo de su participación respon- sable como condición existencial de su ser; se re- quieren, dice, soluciones con el pueblo y nunca simplemente para el pueblo. Una participación responsable supone la inser- ción critica del sujeto en el proceso histórico a tra- vés de la educación liberadora. Freire da mucha im- portancia a la pedagogía, a la educación. Plantea que el pueblo no va a participar espontáneamen- te, sino que tiene que ser educado a través de lo que identifica como “pedagogía liberadora”, una pedagogía que llama a los educandos a descubrir sus capacidades, a despertar su conciencia crítica, creadora, realizando una reflexión sobre sí mismo y sobre su tiempo, sobre sus responsabilidades, sobre su papel en la nueva cultura de la época; una educación que despierte la conciencia sobre Illanes M. su propio poder. Es este dialogo del hombre so- bre su mundo, sobre sus desafíos, sobre su pro- blemas, lo que lo hace histórico, participativo y constructor de la “verdadera democracia”. Es un momento en el desarrollo de la conciencia que se corresponde con la verdadera matriz de la demo- cracia, concebida en Freire no sólo como un régi- men político, sino como una forma de vida. Es decir, en Freire el concepto de integración opera en este sentido: como una participación en la transformación del mundo, para lo cual el suje- to primero tiene que saber cuál es su rol, saber en qué mundo habitamos a través del acto de recu- perar las conversaciones acerca de lo que estamos viviendo. La integración, diría Freire, es necesa- riamente activa y participativa y la relaciona con una democracia que se construye desde su funda- mento social. Así, esta pedagogía liberadora va a levantar otro concepto fundamental en Freire: el concepto de concienciación que es fruto de ese despertar, de esa pregunta sobre cuál es nuestra realidad, acerca de cual es nuestro mundo, acerca de qué es lo que queremos cambiar, cómo lo podemos cambiar y cómo podemos iniciar las conversaciones en pos de ese cambio. Eso es “concienciación”. La “Pedagogía del oprimido” se aplicó, como sabemos, en los años 60 y pp en los 70 en toda SudAmérica. En Chile, muchos jóvenes partici- pamos como monitores. Tuvimos la experiencia de trabajar con una pedagogía popular que fun- damentalmente nos ayudaba a mirarnos a noso- tros mismos y enseñaba a leer y escribir al pueblo, como una alfabetización que se aprende desde su propia experiencia de vida. Con estas formulaciones disponibles acerca de la participación y la democracia social, la Unidad Popular hizo suyo el concepto de “poder popu- lar” en los años 70, buscando potenciar la partici- pación desde la base del pueblo. Era el momento propicio para que también los servicios de salud generaran una política social participativa, buscan- do relacionarse directamente con el pueblo y sus necesidades. La salud pública, antes como ahora, estaba colapsada… entonces surgió la necesidad de convocar a la comunidad a participar en los trabajos de salud poblacional. Primero se incor- poró a la juventud universitaria a actuar en política sanitaria de emergencia; los estudiantes tuvimos una capacitación en la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile y salimos a diagnosticar, a hospitalizar de urgencia a los niños desnutridos de las poblaciones. De esta iniciativa de participación en emergencia de salud, surgieron en la Unidad 12