CUADERNOS DE BDSM - nº 22
Al margen de lo que Silvie sospechase, era preferible no explicarle lo que estaba
sucediendo, ni qué era lo que rápidamente se transformaba dentro de mí. Y era que, si bien
continuaba fascinándome el viaje hacia el pasado (esa ocupación inofensiva que tanto me
servía para alejarme de mí mismo), ahora deseaba llevarme hasta allí y por todos los
medios el trozo de mi presente que ella había invadido.
He dicho que no era conveniente que se lo explicara y esto hace alusión a uno de los
condicionantes de la dominación profesional, no mucho más que lógico: si una ama
profesional detecta que uno de sus sumisos se ha obsesionado, puede rechazar el trato con
él. Comprenden que podría volvérseles en contra y generarles molestias.
En definitiva, tras un último vistazo al texto, sopesé todo lo anterior y tomé la decisión de
abandonar mi novela sobre la Italía de entreguerras y los Camisas Negras. Huiría a otro
contexto más propicio, un contexto en el que la brutalidad, la crueldad, la violencia
fluyeran con más abundancia y pureza, y allí sublimaría a Silvie y mis propios impulsos y
perspectivas con proximidad y en buena correspondencia.
Barajé varias opciones y me decidí a empezar una novela situada en un período bien
convulso de la Edad Media española, que sirviera al propósito antes expresado y fuera al
mismo tiempo capaz de atraerme al ajetreado lector de nuestros días, el que pasa páginas
desarmado por nuestra biempensante conciencia moderna. Iba a esforzarme en asestarle
una sacudida fuerte.
La Edad Media me brindaba para ello el clima humano perfecto. Allí se condensó
definitivamente la voluntad de vencer y de dominar como rasgo indeleble de nuestra
naturaleza, conjurado por el dogmatismo y la herencia de los imperios antiguos.
Fue también en la Edad Media cuando la guerra alumbró como prodigio de organización y
energía colectivos un beneficio principal para la humanidad del que me proponía sacar
partido literario: la invención de la disciplina, incipiente y reservada en la antigüedad sólo
a algunos ejércitos como el romano, y generalizada a partir de entonces. Y es de la
disciplina militar de donde dimanan las demás disciplinas que impetran a su modo el resto
de organizaciones humanas y que explican en gran parte sus logros y, lo que a mí me
importaba, en ella tiene su lejano origen también la disciplina sadomasoquista.
La Edad Media, por último, cultivó la fórmula del amor cortés de la que el protocolo
sadomasoquista constituye a su vez una supervivencia de valor inestimable.
José Luis Danwart; Memorias del cuerpo - Mémoires du corps (Amazon Media, 2013) Todos los derechos reservados. No se
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