CRÍMENES POLACOS CONTRA LOS ALEMANES ÉTNICOS EN POLONIA CRÍMENES POLACOS CONTRA LOS ALEMANES ÉTNICOS | Page 36
inutilidad de su acto. Estos soldados se comportaron con todo el respeto. Por las
nueve horas y media se procedió a la segunda inspección por seis soldados
polacos. Ellos golpearon la puerta con las culatas de sus fusiles, exigiendo el
franqueamiento del edificio bajo gritos e insultos. Uno de ellos colocó la boca de
su pistola la frente a la superiora de la Guardería, la Hermana Olga. Afirmando
que existía en el edificio una ametralladora y que habían disparado, exigieron a
la hermana la entrega de las armas. Ella respondió que no había armas en la
guardería, como podrían comprobar por la inspección, después de recorrer todo
el edificio y abrir a la fuerza, todos los receptáculos que no se abrían fácilmente,
se retiró igualmente, sin haber encontrado armas.
Poco antes del mediodía, cuando los niños se estaban preparando para el
almuerzo, se hizo la tercera inspección por cuatro o cinco soldados polacos,
acompañados de igual número de civiles. Parte de esos soldados ya habían
participado en la inspección anterior. Los soldados exigieron nuevamente la
entrega de la ametralladora, afirmando de nuevo, que habían partido tiros de la
Guardería; uno de los soldados llegó a punta de bayoneta al pecho de la
Hermana. La Hermana respondió como la primera vez que no tenían armas. Uno
de los soldados, a quien la Hermana tomaba por oficial, replicó: "Pero, fuimos
informados de que, hace poco, dispararon de aquí". Los soldados que ya habían
participado en la inspección anterior, confirmaron a la hermana que,
efectivamente, no había "nada encima".
El polaco Maximiliam Gackowski, el único civil que acompañó a los soldados hasta
el "hall" iba, sin embargo, interrumpiendo el interrogatorio por la frase: "Digo
nuevamente que dispararon, pues yo mismo lo vi" y, dirigiéndose contra la
Hermana Schmith, gritó: "Usted, bruja vieja, y toda su camada ya deberían haber
sido alejadas de aquí", agregó: "Si yo pudiera actuar como querría, ya no estarían
vivas, ya las habría liquidado". En esto procuraba amedrentar a la Hermana
imitando golpes en la cara, sirviéndose de un instrumento que la Hermana juzgó
ser una vara de acero. Esta vez, Gackwski no tuvo suerte; los soldados se retiraron
para las tres horas de la tarde, unos cinco soldados e igual número de civiles
iniciaron nueva inspección. Entre los civiles se encontraba Gackowski.
El jefe de la clase mandó a los inquilinos de la guardería a meterse en brazos
erguidos. Eran tres hermanas y 18 menores de 2 a 18 años. Gackowski gruñó
como de las otras veces, reafirmando que habían disparado y preguntado por la
ametralladora. Trajiste, hasta, un testigo falso para declarar bajo juramento que
habían tirado de la Guardería. Mientras los soldados dieron la búsqueda de la
casa, uno se quedó con bayoneta calada, frente a la Hermana Olga. Gackowski