CRÍMENES POLACOS CONTRA LOS ALEMANES ÉTNICOS EN POLONIA crimenes_polacos | Page 24
En la Alta Silesia fueron sobre todo los rebeldes y los miembros de la Unión del
Oeste que tomaron parte en los ataques a los alemanes; ya había mucho que los
amenazaban "de ser, un día, acostados por tierra", y, ya a principios de julio, "había n
sido dotados con pistolas automáticas, ametralladoras ligeras y fusiles de i nfa nter ía
por el ejército polaco (!)" (Testimonio Hertel en Pless, WR I). Tiene su raíz psico-
política en la propaganda general, movida por todos los medios en las casillas, contr a
los alemanes, y en las repetidas peticiones del gobierno, del clero y de instancias
subalternas o oficialmente financiadas, para aniquilar todo lo que era alemán. Así
pues, se mataba, lo desconocido por la única razón de ser, los perseguidos,
deportados y maltratados, de sangre alemana, y esos alemanes tenían que
desaparecer según opina el gobierno y ya comenzaba a convencerse al pueblo. Uno
de los capítulos más entristecidos de toda esta historia de atrocidades y la
participación y complicidad de las mujeres polacas. Mujeres casadas, viudas,
desempleadas hacían el papel de denunciantes, indicando a los soldados polacos que
debían ser eliminados (30). La actitud de esas mujeres polacas agravaba aún más la
disposición en que se hallaban las hordas embrutecidas para matar, instigando a l os
más bajos instintos. Las maldades que esas mujeres fanáticas practicaban contr a l os
indefensos deportados, no las hacen menos culposas que aquellas mujeres ar ma da s
que andaban acompañando a los franco-tiradores. Los procesos y las dimensiones de
las atrocidades polacas contra los alemanes, ocupan un lugar destacado en la historia
de los asesinatos políticos del siglo XX. El número de los menores alemanes, en eda d
escolar y preescolar, muertos a golpes y disparos (31), y tan significativo como la
ejecución desconsiderada de la sanha asesina oficial, como el hecho de que las
víctimas del odio fanático eran torturadas bestialmente; que muchos eran obli ga dos
a cavar su propia tumba antes de ser masacrados; que los mortalmente heridos er a n
sometidos a una agonía menos larga; que los maltratados eran atados con cuerdas,
de las que se asan para arresta r a los terneros; que los dejaban pasar hambre y sed
durante días; que inválidos de guerra, portadores de brazos y piernas ortopédicos y
enfermos eran forzados a hacer marchas imposibles; que jugaban, en las tumbas de
los alemanes, cadáveres de caballos o de perros como señal de desprecio, que ha s ta
asesinaron a una mujer poco antes de que ella diera a luz (32). No había compasión
con el niño que pedía por su vida, ninguna compasión con el hijo que, temblando se
(30) Una de las mujeres más fanáticas en su odio, fue la lavandera Maria Goralska de Bromberg, "ya
haber denunciado a muchos alemanes": era tan grande su deseo de matar que "andaba con espuma e n
los labios" (Sdd) K. Ls. 88/39). Otra polaca (Sophie Bednarc zyk) gritó en medio de la multitud: "¡Todos
los alemanes tienen que ser abatidos! Estos malditos cerdos hitleristas tienen que ser mutilados en el
bajo vientre "(Sd. K. LS. Bromberg 73/39). También la polaca Salewski exigió que se cortar el cuello, a los
alemanes... (Sd. K. Ls., Bromberg 44/39). Como mujeres polacas golpearon a los alemanes hasta que dar
cubiertos de sangre, fue testigo Steinborn en su testimonio sobre la masacre en Iwno (Sd. Is. Posen
643/39).
(31) Los médicos forenses hacen autopsia en gran número de menores alemanes (OKW, Hs. In. Br. 70,
Br.74, Br. 76, Br.100, Br. 129, P. 29), quedando plenamente demostrado que las heridas mortales habían
sido producidas por armas de fuego.