CRÍMENES POLACOS CONTRA ALEMANES ÉTNICOS EN POLONIA-EDICIÓN MEJORADA ATROCIDADES POLACAS CONTRA ALEMANES ÉTNICOS | Page 181
Mientras esperábamos el cumplimiento de las formalidades, vimos, Wiedemeyer
y yo, como nuestro compañero, el sr. Derwanz, y uno de mis ex alumnos, de
nombre Lyk, fueron llevados por militares, probablemente para ser fusilados. En
todo caso, no volvemos a ver al señor. Derwanz. Yo supe después de que el señor,
Derwanz fuera muerto y enterrado desnudo en el cementerio evangélico de
Powitz. Su cadáver fue identificado por ocasión de la apertura de las sepulturas
de varias personas conocidas de mi persona.
A las 2:30 horas, volvemos, el sr. Wiedemeyer y yo, provistos de salvoconductos
y de la autorización concedida por las autoridades, hasta nuestro grupo en el
bosque, a una distancia de cerca de 4 km. para traerle la ciudad. Ya estábamos
cerca denuestro grupo, cuando fuimos sorprendidos por jóvenes armados que,
bajo gran alarde y amenazas de muerte nos obligaron a volver, declarándonos:
"Necesitan devolver, los salvoconductos ya no tienen efecto, ustedes serán
fusilados". Intentaran, varas veces, ejecutar la sentencia de muerte, durante la
vuelta. Tuvimos que marchar separados y no pudimos hablar, el uno al otro.
El señor. Wiedemeyer me dijo: "Se puede escapar con vida, recuerdo a mi mujer
y mis hijos". Llegamos a la ciudad; la población tomó una actitud muy
amenazadora contra nosotros, insultandonos, de preferencia contra mí.
Llegamos al comisariado por las 4:30 horas. Mientras estuvimos sentados con el
comisario, oímos varias veces, de la boca del comisario que era un latifundista,
frases relativas al fusilamiento del sr. Derwanz, según las cuales él condenaba ese
acto. Nos quedamos unas dos horas en la sala de espera, al final de las cuales nos
pidieron nuevamente los salvoconductos. Poco después nos los devolvieron, y,
momentos después, tres soldados polacos, indecentemente vestidos, vinieron a
buscarme para ser fusilado.
Entre ellos se hallaba un inválido lisiado, armado, que, se distinguió por su
exesiva brutalidad. El señor. Wiedemeyer se quedó atrás. Ya en el pasillo me
mandaron entrar nuevamente en la sala de las sesiones, donde se encontraban
varios jóvenes y también un anciano presidente de una de las llamadas
comisiones de fusilamiento. Me acusó de jefe de banda y de poseer una radio de
onda corta. Después de deshacer esas acusaciones, me declaró que el estudio
teórico de la técnica de las ondas cortas constituía un punto bastante oscuro. En
mi vida. Me di cuenta de que mi suerte estaba decidida.
Recordé entonces que mis superiores me habían entregado una carta de
recomendación dirigida al obispo de Polesie. La presenté, y quedaron
sorprendidos. Cuando el cura del lugar entró en la sala de las sesiones, declaró: