Cronica ambiental Octubre 2014 | Page 29

Es más: no sabemos qué fue lo que se derramó. ¿40 000 metros cúbicos de qué?”. El profesor dice que las plantas potabilizadoras que se tienen en Sonora, manejadas por personal experto, servirían para limpiar el agua contaminada de las presas. En el caso del río, la solución para limpiarlo sería más complicada. Sugiere emplear el procedimiento de la precipitación. Provocar, por ejemplo, reacciones químicas para convertir los metales pesados en hidróxidos y que éstos se vayan al fondo del río. Posteriormente estos sedimentos, convertidos en lodos, pueden ser extraídos y enviados a un confinamiento de residuos peligrosos. ¿Cabe la posibilidad de que los represos de la mina están mal construidos y tengan filtraciones?, se le preguntó. “Eso no debe ocurrir. La Semarnat y la Profepa deben revisar antes de que llegue una gotita a los represos. De todas maneras, mire, la ingeniería ambiental para eso es, para solucionar todos esos problemas”. Hace una breve pausa. “La ingeniería ambiental puede solucionar la mayoría de los problemas y la política los puede solucionar todos”, dice haciendo una mueca. “Si quiere ponga eso”. LOS SONORENSES Y SU RÍO POR RENÉ CÓRDOVA La relación de los sonorenses con lo que hoy llamamos río Sonora se remonta a los primeros habitantes de la región. Hace por lo menos 12 000 años grupos de cazadores recorrían el fértil valle en busca de presas y frutos; hoy aún se cazan venados y se recolectan chiltepines y pitayas. La agricultura de frijol, maíz y chiles permitió la construcción de aldeas que, a mediados del siglo XVI, los jesuitas agruparon en las misiones de Ures, Baviácora, Aconchi, Huépac, Banámichi y Arizpe, donde el trigo y los frutales europeos conviven todavía con los cultivos prehispánicos en parcelas, a la sombra de las blancas iglesias que hicieron construir los franciscanos. Arizpe fue seleccionada a fines del periodo colonial como la cabecera de las Provincias Internas y fue cabecera militar de toda la frontera norte del virreinato y, después, capital del estado hasta que se trasladó aguas abajo hacia Ures y, finalmente, a Hermosillo, siempre a orillas del mismo río. Los sonorenses de Hermosillo acuden o acudían a los pueblos del río Sonora en busca de una ruralidad perdida, que recuperan paseando por las plazas, comiendo carne con chile y comprando ponteduros y melcochas, dejando recursos que ya no dejan la ganadería o la agricultura. Ya no, el derrame lo cambió todo