Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
Lisbeth procedía de la pequeña burguesía del tchin. Era una
mujer desgalichada, de talla desmedida, de piernas largas y
torcidas y pies enormes, como toda su persona, siempre calzados
con zapatos ligeros. Lo que más asombraba y divertía al
estudiante era que Lisbeth estaba continuamente encinta.
-Pero ¿no has dicho que no vale nada? -inquirió el oficial.
-Tiene la piel negruzca y parece un soldado disfrazado de mujer,
pero no puede decirse que sea fea. Su cara no está mal, y menos
sus ojos. La prueba es que gusta mucho. Es tan dulce, tan
humilde, tan resignada... La pobre no sabe decir a nada que no:
hace todo lo que le piden... ¿Y su sonrisa? ¡Ah, su sonrisa es
encantadora!
-Ya veo que a ti también te gusta -dijo el oficial, echándose a
reír.
-Por su extravagancia. En cambio, a esa maldita vieja, la mataría
y le robaría sin ningún remordimiento, ¡palabra! -exclamó con
vehemencia el estudiante.
El oficial lanzó una nueva carcajada, y Raskolnikof se estremeció.
¡Qué extraño era todo aquello!
-Oye -dijo el estudiante, cada vez más acalorado-, quiero
exponerte una cuestión seria. Naturalmente, he hablado en
broma, pero escucha. Por un lado tenemos una mujer imbécil,
vieja, enferma, mezquina, perversa, que no es útil a nadie, sino
que, por el contrario, es toda maldad y ni ella misma sabe por qué
vive. Mañana morirá de muerte natural... ¿Me sigues?
¿Comprendes?
-Sí -afirmó el oficial, observando atentamente a su entusiasmado
amigo.
-Continúo. Por otro lado tenemos fuerzas frescas, jóvenes, que
se pierden, faltas de sostén, por todas partes, a miles. Cien, mil
obras útiles se podrían mantener y mejorar con el dinero que esa
vieja destina a un monasterio. Centenares, tal vez millares de
vidas, se podrían encauzar por el buen camino; multitud de
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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Comentario [L19]: Funcionarios del
Estado.