Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
justicia, contestó que un arrepentimiento sincero. En conjunto, su
declaración produjo mal efecto.
Sin embargo, la condena fue menos grave de lo que se esperaba.
Tal vez favoreció al acusado el hecho de que, lejos de pretender
justificarse, se había dedicado a acumular cargos contra sí mismo.
Todas las particularidades extrañas de la causa se tomaron en
consideración. El mal estado de salud y la miseria en que se
hallaba antes de cometer el crimen no podían ponerse en duda. El
hecho de que no se hubiera aprovechado del botín se atribuyó,
por una parte, a un remordimiento tardío y, por otra, a un estado
de perturbación mental en el momento de cometer el crimen. La
muerte impremeditada de Lisbeth fue un detalle favorable a esta
última tesis, pues no tenía explicación que un hombre cometiera
dos asesinatos ¡habiéndose dejado la puerta abierta! Finalmente,
el culpable se había presentado a la justicia por su propio impulso
y en un momento en que las falsas declaraciones de un fanático
(Nicolás) habían embrollado el proceso y cuando, además, la
justicia no sólo no poseía ninguna prueba contra el culpable, sino
que ni siquiera sospechaba de él. (Porfirio Petrovitch había
mantenido religiosamente su palabra.)
Todas estas circunstancias contribuyeron considerablemente a
suavizar el veredicto. Además, en el curso de los debates se
habían puesto en evidencia otros hechos favorables al acusado:
los documentos presentados por el estudiante Rasumikhine
demostraban que, durante su permanencia en la universidad, el
asesino Raskolnikof se había repartido por espacio de seis meses
sus escasos recursos, hasta el último kopek, con un compañero
necesitado y tuberculoso. Cuando éste murió, Raskolnikof prestó
toda la ayuda posible al padre del difunto, un anciano que era ya
como un niño y del que su hijo se había tenido que cuidar desde
que tenía trece años. Rodia consiguió que lo admitieran en un
asilo y más tarde, cuando murió, pagó su entierro.
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