Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
indecisa, preguntándose si se acercaría a él, y de pronto divisó a
Svidrigailof que se dirigía rápido hacia ella desde la plaza del
Mercado.
Procedía con sigilo y misterio. No entró en el puente, sino que se
detuvo en la acera, procurando que Raskolnikof no le viese. A
Dunia la había visto desde lejos y le hacía señas. La joven
comprendió que le decía que se acercase, procurando no llamar la
atención de Raskolnikof. Atendiendo a esta muda demanda, pasó
en silencio por detrás de su hermano y fue a reunirse con
Svidrigailof.
-¡Vámonos! Su hermano no debe enterarse de nuestra
entrevista. Acabo de pasar un rato con él en una taberna adonde
ha venido a buscarme y no me ha sido nada fácil deshacerme de
él. No sé cómo se ha enterado de que le he escrito una carta, pero
parece sospechar algo. Sin duda, usted misma le ha hablado de
ello, pues nadie más puede habérselo dicho.
-Ahora que hemos doblado la esquina y que mi hermano ya no
puede vernos, sepa usted que ya no le seguiré más lejos. Dígame
aquí mismo lo que tenga que decirme. Nuestros asuntos pueden
tratarse en plena calle.
-En primer lugar, no es éste un asunto que pueda tratarse en
plena calle. En segundo, quiero que oiga usted también a Sonia
Simonovna. Y, finalmente, tengo que enseñarle algunos
documentos. Si usted no viene a mi casa, no le explicaré nada y
me marcharé ahora mismo. Le