Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
El juez de instrucción venía a visitarle. Raskolnikof quedó
estupefacto en el primer momento, pero se recobró rápidamente.
Por extraño que pueda parecer, esta visita le extrañó muy poco y
no le inquietó apenas.
Tras un ligero estremecimiento se puso en guardia.
« Esto puede ser el final -se dijo- Pero ¿cómo habrá podido llegar
tan en silencio que no lo he oído? ¿Habrá venido a espiarme?»
-No esperaba usted mi visita, ¿verdad, Rodion Romanovitch?
-dijo alegremente Porfirio Petrovitch-. Hace mucho tiempo que
quería venir a verle. Ahora, al pasar casualmente ante su casa,
me he preguntado: «¿Por qué no subes un momento?» Ya veo
que iba usted a salir; pero no tema, que sólo le distraeré el
tiempo que dura un cigarrillo. Es decir, si usted me lo permite.
-¡Pues claro que sí! Siéntese, Porfirio Petrovitch, siéntese.
Y Raskolnikof ofreció una silla a su visitante, tan amable y
sereno, que él mismo se habría sorprendido si se hubiera podido
ver en aquel momento. No había quedado en él ni rastro de
inquietud. Es el caso del hombre que cae en poder de un bandido
y, después de pasar media hora de angustia mortal, recobra su
sangre fría cuando nota la punta del puñal en la garganta.
Raskolnikof se sentó ante Porfirio Petrovitch y le miró a la cara.
El juez de instrucción guiñó un ojo y encendió un cigarrillo.
«¡Vamos, habla! -le incitó Raskolnikof mentalmente-. ¿Por qué
no empiezas de una vez?»
II
Ah, estos cigarrillos! -dijo al fin Porfirio Petrovitch-. Son un
veneno, un verdadero veneno. Tengo tos, se me irrita la garganta,
padezco de asma. Como soy algo aprensivo, he ido a ver al doctor
B., que es un médico que está examinando a cada enfermo
durante media hora como mínimo. Se ha echado a reír al verme,
y, después de palparme y auscultarme cuidadosamente, me ha
dicho: «El tabaco no le va nada bien. Tiene usted los pulmones
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 545