Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
que le hicieran justicia en el acto y costara lo que costase.
Poletchka, aterrada, se refugió con los niños en un rincón, junto al
baúl. Rodeó con sus brazos a sus hermanitos y así esperó la
vuelta de su madre. Amalia Ivanovna iba y venía por la habitación
como una furia, rugiendo de rabia, lamentándose y arrojando al
suelo todo lo que caía en sus manos.
Entre los inquilinos reinaba gran confusión: unos comentaban a
grandes voces lo ocurrido, otros discutían y se insultaban y
algunos seguían entonando canciones.
«Ha llegado el momento de marcharse -pensó Raskolnikof-.
Vamos a ver qué dice ahora Sonia Simonovna.»
Y se dirigió a casa de Sonia.
IV
Aunque llevaba su propia carga de miserias y horrores en el
corazón, Raskolnikof había defendido valientemente y con
destreza la causa de Sonia ante Lujine. Dejando aparte el interés
que se