Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
llegado. Cuando usted ha salido, yo he estado conversando
durante unos diez minutos con Andrés Simonovitch. Finalmente, él
se ha retirado y yo me he acercado a la mesa para recoger el
resto de mi dinero, contarlo y guardarlo. Entonces, con profundo
asombro, he visto que faltaba uno de los tres billetes. Comprenda
usted, señorita. No puedo sospechar de Andrés Simonovitch. La
simple idea de esta sospecha me parece un disparate. Tampoco es
posible que me haya equivocado en mis cuentas, porque las he
verificado momentos antes de llegar usted y he comprobado su
exactitud. Comprenda que la agitación que usted ha demostrado,
su prisa en marcharse, el hecho de que haya tenido usted en todo
momento las manos sobre la mesa, y también, en fin, su situación
social y los hábitos propios de ella, son motivos suficientes para
que me vea obligado, muy a pesar mío y no sin cierto horror, a
concebir contra usted sospechas, crueles sin duda pero legítimas.
Quiero añadir y repetir que, por muy convencido que esté de su
culpa, sé que corro cierto riesgo al acusarla. Sin embargo, no
vacilo en hacerlo, y le diré por qué. Lo hago exclusivamente por
su ingratitud. La llamo para hablar de una posible ayuda a su
infortunada segunda madre, le entrego mi óbolo de diez rublos, y
he aquí el pago que usted me da. No, esto no está nada bien.
Necesita usted una lección. Reflexione. Le hablo como le hablaría
su mejor amigo, y, en verdad, no puede usted tener en este
momento otro amigo mejor, pues, si no lo fuese, procedería con
todo rigor e inflexibilidad. Bueno, ¿qué dice usted?
-Yo no le he quitado nada -murmuró Sonia, aterrada-. Usted me
ha dado diez rublos. Mírelos. Se los devuelvo.
Sacó el pañuelo del bolsillo, deshizo un nudo que había en él,
sacó el billete de diez rublos que Lujine le había dado y se lo
ofreció.
-¿Así -dijo Piotr Petrovitch en un tono de censura y sin tomar el
billete-, persiste usted en negar que me ha robado cien rublos?
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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