CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 421

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski Porfirio se detuvo ante él, estuvo un momento mirándole y luego se echó a reír también. Entonces Raskolnikof, cuya risa convulsiva se había calmado, se puso en pie. -Porfirio Petrovitch -dijo levantando la voz y articulando claramente las palabras, a pesar del esfuerzo que tenía que hacer para sostenerse sobre sus temblorosas piernas-, estoy seguro de que usted sospecha que soy el asesino de la vieja y de su hermana Lisbeth. Y quiero decirle que hace tiempo que estoy harto de todo esto. Si usted se cree con derecho a perseguirme y detenerme, hágalo. Pero no le permitiré que siga burlándose de mí en mi propia cara y torturándome como lo está haciendo. Sus labios empezaron a temblar de pronto; sus ojos, a despedir llamaradas de cólera, y su voz, dominada por él hasta entonces, empezó a vibrar. -¡No lo permitiré! -exclamó, descargando violentamente su puño sobre la mesa-. ¿Oye usted, Porfirio Petrovitch? ¡No lo permitiré! -¡Señor! Pero ¿qué dice usted? ¿Qué le pasa? -dijo Porfirio Petrovitch con un gesto de vivísima inquietud-. ¿Qué tiene usted, mi querido Rodion Romanovitch? -¡No lo permitiré! -gritó una vez más Raskolnikof. -No levante tanto la voz. Nos pueden oír. Vendrán a ver qué pasa, y ¿qué les diremos? ¿No comprende? Dijo esto en un susurro, como asustado y acercando su rostro al de Raskolnikof. -No lo permitiré, no lo permitiré -repetía Rodia maquinalmente. Sin embargo, había bajado también la voz. Porfirio se volvió rápidamente y corrió a abrir la ventana. -Hay que airear la habitación. Y debe usted beber un poco de agua, amigo mío, pues está verdaderamente trastornado. Ya se dirigía a la puerta para pedir el agua, cuando vio que había una garrafa en un rincón. -Tenga, beba un poco -dijo, corriendo hacia él con la garrafa en la mano- Tal vez esto le... StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 420