CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 403

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski una repentina tristeza, se levantó y se acercó a Sonia. Ésta se volvió a mirarle y vio que su dura mirada expresaba una feroz resolución. El joven añadió-: Hoy he abandonado a mi familia, a mi madre y a mi hermana. Ya no volveré al lado de ellas: la ruptura es definitiva. -¿Por qué ha hecho eso? -preguntó Sonia, estupefacta. Su reciente encuentro con Pulqueria Alejandrovna y Dunia había dejado en ella una impresión imborrable aunque confusa, y la noticia de la ruptura la horrorizó. -Ahora no tengo a nadie más que a ti -dijo Raskolnikof-. Vente conmigo. He venido por ti. Somos dos seres malditos. Vámonos juntos. Sus ojos centelleaban. «Tiene cara de loco», pensó Sonia. -¿Irnos? ¿Adónde? -preguntó aterrada, dando un paso atrás. -¡Yo qué sé! Yo sólo sé que los dos seguimos la misma ruta y que únicamente tenemos una meta. Ella le miraba sin comprenderle. Ella sólo veía en él una cosa: que era infinitamente desgraciado. -Nadie lo comprendería si les dijeras las cosas que me has dicho a mí. Yo, en cambio, lo he comprendido. Te necesito y por eso he venido a buscarte. -No entiendo -balbuceó Sonia. -Ya entenderás más adelante. Tú has obrado como yo. Tú también has cruzado la línea. Has atentado contra ti; has destruido una vida..., tu propia vida, verdad es, pero ¿qué importa? Habrías podido vivir con tu alma y tu razón y terminarás en la plaza del Mercado. No puedes con tu carga, y si permaneces sola, te volverás loca, del mismo modo que me volveré yo. Ya parece que sólo conservas a medias la razón. Hemos de seguir la misma ruta, codo a codo. ¡Vente! -¿Por qué, por qué dice usted eso? -preguntó Sonia, emocionada, incluso trastornada por las palabras de Raskolnikof. StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 402