CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 394

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski Sonia se turbó más todavía y enrojeció. -No -murmuró con un esfuerzo doloroso. -La misma suerte espera a Poletchka -dijo Raskolnikof de pronto. -¡No, no! ¡Eso es imposible! -exclamó Sonia. Fue un grito de desesperación. Las palabras de Raskolnikof la habían herido como una cuchillada. -¡Dios no permitirá una abominación semejante! -Permite otras muchas. -¡No, no! ¡Dios la protegerá! ¡A ella la protegerá! -gritó Sonia fuera de sí. -Tal vez no exista -replicó Raskolnikof con una especie de crueldad triunfante. Seguidamente se echó a reír y la miró. Al oír aquellas palabras se operó en el semblante de Sonia un cambio repentino, y sacudidas nerviosas recorrieron su cuerpo. Dirigió a Raskolnikof miradas cargadas de un reproche indefinible. Intentó hablar, pero de sus labios no salió ni una sílaba. De súbito se echó a llorar amargamente y ocultó el rostro entre las manos. -Usted dice que Catalina Ivanovna está trastornada, pero usted no lo está menos -dijo Raskolnikof tras un breve silencio. Transcurrieron cinco minutos. El joven seguía yendo y viniendo por la habitación sin mirar a Sonia. Al fin se acercó a ella. Los ojos le centelleaban. Apoyó las manos en los débiles hombros y miró el rostro cubierto de lágrimas. Lo miró con ojos secos, duros, ardientes, mientras sus labios se agitaban con un temblor convulsivo... De pronto se inclinó, bajó la cabeza hasta el suelo y le besó los pies. Sonia retrocedió horrorizada, como si tuviera ante sí a un loco. Y en verdad un loco parecía Raskolnikof. -¿Qué hace usted? -balbuceó. Se había puesto pálida y sentía en el corazón una presión dolorosa. Él se puso en pie. StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 393