Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
cielo, aquellos dos latigazos. Lo primero que hizo fue ordenar que
preparasen el coche... Sin hablar de esos casos especiales en que
las mujeres experimentan un gran placer en que las ofendan, a
pesar de la indignación que simulan (casos que se presentan a
veces), al hombre, en general, le gusta que lo humillen. ¿No lo ha
observado usted? Pero esta particularidad es especialmente
frecuente en las mujeres. Incluso se puede afirmar que es algo
esencial en su vida.
Hubo un momento en que Raskolnikof pensó en levantarse e
irse, para poner término a la conversación, pero cierta curiosidad
y también cierto propósito le decidieron a tener paciencia.
-Le gusta manejar el látigo, ¿eh? -preguntó con aire distraído.
-No lo crea -respondió con toda calma Svidrigailof-. En lo que
concierne a Marfa Petrovna, no disputaba casi nunca con ella.
Vivíamos en perfecta armonía, y ella estaba satisfecha de mí. Sólo
dos veces usé el látigo durante nuestros siete años de vida en
común (dejando aparte un tercer caso bastante dudoso). La
primera vez fue a los dos meses de casarnos, cuando llegamos a
nuestra hacienda, y la segunda, en el caso que acabo de
mencionar... Y usted me considera un monstruo, ¿no?, un
retrógrado, un partidario de la esclavitud... A propósito, Rodion
Romanovitch, ¿recuerda usted que hace algunos años, en el
tiempo de nuestras felices asambleas municipales, se cubrió de
oprobio a un terrateniente, cuyo nombre no recuerdo, culpable de
haber azotado a una extranjera en un vagón de ferrocarril? ¿Se
acuerda? Me parece que fue el mismo año en que se produjo «el
más horrible incidente del siglo». Es decir, Las noches egipcias,
las conferencias, ¿recuerda...? ¡Los ojos negros...! ¡Oh, tiempos
maravillosos de nuestra juventud!, ¿dónde estáis...? Pues bien, he
aquí mi opinión. Yo critico severamente a ese señor que fustigó a
la extranjera, pues es un acto inicuo que uno no puede menos de
censurar. Pero también debo decirle que algunas de esas
extranjeras le soliviantan a uno de tal modo, que ni el hombre de
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Comentario [L37]: Obra inacabada de
Pushkin.