Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
-Espera, voy contigo.
-¿También tú te has propuesto perseguirme? -exclamó
Raskolnikof con un gesto tan desesperado que Rasumikhine no se
atrevió a insistir.
El estudiante permaneció un momento ante la puerta, siguiendo
con mirada sombría a Raskolnikof, que se alejaba rápidamente en
dirección a su domicilio. Al fin apretó los puños, rechinó los
dientes y juró obligar a hablar francamente a Porfirio antes de que
llegara la noche. Luego subió para tranquilizar a Pulqueria
Alejandrovna, que empezaba a sentirse inquieta ante la tardanza
de su hijo.
Cuando Raskolnikof llegó ante la casa en que habitaba tenía las
sienes empapadas de sudor y respiraba con dificultad. Subió
rápidamente la escalera, entró en su habitación, que estaba
abierta, y la cerró. Inmediatamente, loco de espanto, corrió hacia
el escondrijo donde había tenido guardados