CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 283

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski -Sí, un hombre excelente, instruido, perfecto -exclamó Raskolnikof precipitadamente y animándose de súbito-. No recuerdo dónde lo vi antes de mi enfermedad, pero sin duda lo vi en alguna parte... Y ahí tenéis otro hombre excelente -añadió señalando a Rasumikhine-. ¿Te ha sido simpático, Dunia? -preguntó de pronto. Y se echó a reír sin razón alguna. -Mucho -respondió Dunia. -¡No seas imbécil! -exclamó Rasumikhine poniéndose colorado y levantándose. Pulqueria Alejandrovna sonrió y Raskolnikof soltó la carcajada. -Pero ¿adónde vas? -Tengo que hacer. -Tú no tienes nada que hacer. De modo que te has de quedar. Tú te quieres marchar porque se ha ido Zosimof. Quédate... ¿Qué hora es, a todo esto? ¡Qué preciosidad de reloj, Dunia! ¿Queréis decirme por qué seguís tan callados? El único que habla aquí soy yo. -Es un regalo de Marfa Petrovna--dijo Dunia. -Un regalo de alto precio -añadió Pulqueria Alejandrovna. -Pero es demasiado grande. Parece un reloj de hombre. -Me gusta así. «No es un regalo de su prometido», pensó Rasumikhine, alborozado. -Yo creía que era un regalo de Lujine -dijo Raskolnikof. -No, Lujine todavía no le ha regalado nada. -¡Ah!, ¿no...? ¿Te acuerdas, mamá, de que estuve enamorado y quería casarme? -preguntó de pronto, mirando a su madre, que se quedó asombrada ante el giro imprevisto que Rodia había dado a la conversación, y también ante el tono que había empleado. -Sí, me acuerdo perfectamente. Y cambió una mirada con Dunia y otra con Rasumikhine. -¡Bah! Hablando sinceramente, ya lo he olvidado todo. Era una muchacha enfermiza -añadió, pensativo y bajando la cabeza- y, StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 282