Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
-No debes inquietarte, mamá -dijo Dunia, abrazándola-. Ten
confianza en él como la tengo yo.
-Confianza en él no me falta, hija -dijo la pobre mujer-. Pero no
he dormido en toda la noche.
Salieron de la casa.
-¿Sabes lo que me ha pasado, Dunetchka? Que esta mañana,
cuando empezaba, al fin, a quedarme dormida, la difunta Marfa
Petrovna se me ha aparecido en sueños. Iba vestida de blanco. Se
ha acercado a mí, me ha cogido de la mano y ha sacudido la
cabeza con aire severo, como censurándome... ¿No te parece que
esto es un mal presagio? ¡Dios mío! ¡Dios mío...! Oiga, Dmitri
Prokofitch: ¿sabía usted que Marfa Petrovna murió?
-¿Marfa Petrovna? No sé quién es.
-Pues sí, murió de repente. Y figúrese que...
--¡Pero, mamá; si te ha dicho que no sabe quién es!
-¿De modo que no lo sabe? ¡Y yo que creía que estaba al
corriente de todo! Perdóneme, Dmitr