Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
-¡Déjame demonio...! ¡Maldito borracho! -gritó Zosimof
debatiéndose.
Y cuando Rasumikhine le hubo soltado, se quedó mirándole
fijamente y lanzó una carcajada. Rasumikhine permaneció ante él,
con los brazos caídos y el semblante pensativo y triste.
-Desde luego, soy un asno -dijo con trágico acento-. Pero tú eres
tan asno como yo.
-Eso no, amigo; yo no soy un asno: yo no pienso en tonterías
como tú.
Continuaron su camino en silencio, y ya estaban cerca de la
morada de Raskolnikof, cuando Rasumikhine, que daba muestras
de gran preocupación, rompió el silencio.
-Escucha -dijo a Zosimof-, tú no eres una mala persona, pero
tienes una hermosa colección de defectos. Estás corrompido. Eres
débil, sensual, comodón, y no sabes privarte de nada. Es un
camino lamentable que conduce al cieno. Eres tan blando, tan
afeminado, que no comprendo cómo has podido llegar a ser
médico y, sobre todo, un médico que cumple con su deber. ¡Un
doctor que duerme en lecho de plumas y se levanta por la noche
para ir a visitar a un enfermo...! Dentro de dos o tres años no
harás tales sacrificios... Pero, en fin, esto poco importa. Lo que
quiero decirte es lo siguiente: tú dormirás esta noche en el
departamento de la patrona (he obtenido, no sin trabajo, su
consentimiento) y yo en la cocina. Esto es para ti una ocasión de
trabar más estrecho conocimiento con ella... No, no pienses mal.
No quiero decir eso, ni remotamente...
-¡Pero si yo no pienso nada!
-Esa mujer, querido, es el pudor personificado; una mezcla de
discretos silencios, timidez, castidad invencible y, al mismo
tiempo, hondos suspiros. Su sensibilidad es tal, que se funde
como la cera. ¡Líbrame de ella, por lo que más quieras, Zosimof!
Es bastante agraciada. Me harías un favor que te lo agradecería
con toda el alma. ¡Te juro que te lo agradecería!
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 255