CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 191

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski -Lo he notado en seguida -respondió Rasumikhine-. Presta atención y se inquieta. Precisamente se puso enfermo el día en que oyó hablar de ese asunto en la comisaría. Incluso se desvaneció. -Ven esta noche a mi casa. Quiero que me cuentes detalladamente todo eso. Me interesa mucho. Yo también tengo algo que contarte. Volveré a verle dentro de media hora. Por el momento no hay que temer ningún trastorno cerebral grave. -Gracias por todo. Ahora voy a ver a Pachenka. Diré a Nastasia que lo vigile. Cuando sus amigos se fueron, Raskolnikof dirigió una mirada llena de angustiosa impaciencia hasta Nastasia, pero ella no parecía dispuesta a marcharse. -¿Te traigo ya el té? -preguntó. -Después. Ahora quiero dormir. Vete. Se volvió hacia la pared con un movimiento convulsivo, y Nastasia salió del aposento. VI Apenas Se hubo marchado la sirvienta, Raskolnikof se levantó, echó el cerrojo, deshizo el paquete de las prendas de vestir comprado por Rasumikhine y empezó a ponérselas. Aunque parezca extraño, se había serenado de súbito. La frenética excitación que hacía unos momentos le dominaba y el pánico de los últimos días habían desaparecido. Era éste su primer momento de calma, de una calma extraña y repentina. Sus movimientos, seguros y precisos, revelaban una firme resolución. «Hoy, de hoy no pasa», murmuró. Se daba cuenta de su estado de debilidad, pero la extrema tensión de ánimo a la que debía su serenidad le comunicaba una gran serenidad en sí mismo y parecía darle fuerzas. Por lo demás, no temía caerse en la calle. Cuando estuvo enteramente vestido StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 190