CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 189

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski que lo que más le complacía de ella era su pobreza, pues Lo mejor es casarse con una mujer pobre para poder dominarla y recordarle el bien que se le ha hecho? -Pero... -exclamó Lujine, trastornado por la cólera-. ¡Oh, qué modo de desnaturalizar mi pensamiento! Perdóneme, pero puedo asegurarle que las noticias que han llegado a usted sobre este punto no tienen la menor sombra de fundamento. Ya sé dónde está el origen del mal... Por Lo menos, Lo supongo... Se Lo diré francamente. Me pareció que su madre, pese a sus excelentes prendas, poseía un espíritu un tanto exaltado y propenso a las novelerías. Sin embargo, estaba muy lejos de creer que pudiera interpretar mis palabras con tanta inexactitud y que, al citarlas, alterase de tal modo su sentido. Además... -¡Óigame! -bramó el joven, levantando la cabeza de la almohada y fijando en Lujine una mirada ardiente-. ¡Escuche! -Usted dirá. Lujine pronunció estas palabras en un tono de reto. A ellas siguió un silencio que duró varios segundos. -Pues lo que quiero que sepa es que si usted se permite decir una palabra más contra mi madre, lo echo escaleras abajo. -¡Pero Rodia! -exclamó Rasumikhine. -¡Si, escaleras abajo! Lujine había palidecido y se mordía los labios. -Óigame, señor -comenzó a decir, haciendo un gran esfuerzo por dominarse-: la acogida que usted me ha dispensado me ha demostrado claramente y desde el primer momento su enemistad hacia mí, y si he prolongado la visita ha sido solamente para acabar de cerciorarme. Habría perdonado muchas cosas a un enfermo, a un pariente; pero, después de lo ocurrido, ¡ni pensarlo! -¡Yo no estoy enfermo! -exclamó Raskolnikof. -¡Peor que peor! -¡Váyase al diablo! StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 188