Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
-Caballero -exclamó Lujine, herido en lo más vivo y adoptando
una actitud llena de dignidad-, ¿quiere usted decir con eso que
también yo...?
-¡De ningún modo! ¿Cómo podría yo permitirme...? En fin, basta
ya...
Y después de cortar así el diálogo, Rasumikhine se apresuró a
reanudar con Zosimof la conversación que había interrumpido la
entrada de Piotr Petrovitch.
Éste tuvo el buen sentido de aceptar la explicación del
estudiante, y adoptó la firme resolución de marcharse al cabo de
dos minutos.
-Ya hemos trabado conocimiento -dijo a Raskolnikof-. Espero
que, una vez esté curado, nuestras relaciones serán más íntimas,
debido a las circunstancias que ya conoce usted. Le deseo un
rápido restablecimiento.
Raskolnikof ni siquiera dio muestras de haberle oído, y Piotr
Petrovitch se puso en pie.
-Seguramente -dijo Zosimof a Rasumikhine-, el asesino es uno
de sus deudores.
-Seguramente -repitió Rasumikhine-. Porfirio no revela a nadie
sus pensamientos pero sólo interroga a los que tenían algo
empeñado en casa de la vieja.
-¿Los interroga?-exclamó Raskolnikof.
-Sí, ¿por qué?
-No, por nada.
-Pero ¿cómo sabe quiénes son? -preguntó Zosimof.
-Koch ha indicado algunos. Los nombres de otros figuraban en
los papeles que envolvían los objetos, y otros, en fin, se han
presentado espontáneamente al enterarse de lo ocurrido.
-El culpable debe de ser un profesional de gran experiencia. ¡Qué
resolución, qué audacia!
-Pues no -replicó Rasumikhine-. En eso, tú y todo el mundo
estáis equivocados. Yo estoy seguro de que es un inexperto de
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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