CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 179

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski Pero Raskolnikof, que esperaba otra cosa, se limitó a mirar a su interlocutor con gesto pensativo y estúpido, sin contestarle y como si aquélla fuera la primera vez que oía semejante nombre. -¿Es posible que todavía no le hayan hablado de mí? -exclamó Piotr Petrovitch, un tanto desconcertado. Por toda respuesta, Raskolnikof se dejó caer poco a poco sobre la almohada. Enlazó sus manos debajo de la nuca y fijó su mirada en el techo. Lujine dio ciertas muestras de inquietud. Zosimof y Rasumikhine le observaban con una curiosidad creciente que acabó de desconcertarle. -Yo creía..., yo suponía...-balbuceó- que una carta que se cursó hace diez días, tal vez quince... -Pero oiga, ¿por qué se queda en la puerta?-le interrumpió Rasumikhine-. Si tiene usted algo que decir, entre y siéntese. Nastasia y usted no caben en el umbral. Nastasiuchka, apártate y deja pasar al señor. Entre; aquí tiene una silla; pase por aquí. Echó atrás su silla de modo que entre sus rodillas y la mesa quedó un estrecho pasillo, y, en una postura bastante incómoda, esperó a que pasara el visitante. Lujine comprendió que no podía rehusar y llegó, no sin dificultad, al asiento que se le ofrecía. Cuando estuvo sentado, fijó en Rasumikhine una mirada llena de inquietud. -No esté usted violento -dijo éste levantando la voz-. Hace cinco días que Rodia está enfermo. Durante tres ha estado delirando. Hoy ha recobrado el conocimiento y ha comido con apetito. Aquí tiene usted a su médico, que lo acaba de reconocer. Yo soy un camarada suyo, un ex estudiante como él, y ahora hago el papel de enfermero. Por lo tanto, no haga caso de nosotros: siga usted conversando con él como si no estuviéramos. -Muy agradecido, pero ¿no le parece a usted -se dirigía a Zosimof- que mi conversación y mi presencia pueden fatigar al enfermo? -No, -repuso Zosimof-. Por el contrario, su charla le distraerá. StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 178