CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 159

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski -No, me refiero a antes. -¿Cómo a antes? -¿Desde cuándo vienes aquí? -Ya te lo he dicho. ¿Lo has olvidado? Raskolnikof quedó pensativo. Los acontecimientos de la jornada se le mostraban como a través de un sueño. Todos sus esfuerzos de memoria resultaban infructuosos. Interrogó a Rasumikhine con la mirada. -Sí, lo has olvidado -dijo Rasumikhine-. Ya me había parecido a mí que no estabas en tus cabales cuando te hablé de eso... Pero el sueño té ha hecho bien. De veras: tienes mejor cara. Ya verás como recobras la memoria en seguida. Entre tanto, echa una mirada aquí, grande hombre. Y empezó a deshacer aquel paquete que, al parecer, era para él cosa importante. -Te aseguro, mi fraternal amigo, que era esto lo que más me interesaba. Pues es preciso convertirte en lo que se llama un hombre. Empecemos por arriba. ¿Ves esta gorra? -preguntó sacando del paquete una bastante bonita, pero ordinaria y que no debía de haberle costado mucho-. Permíteme que te la pruebe. -No, ahora no; después -rechazó Raskolnikof, apartando a su amigo con un gesto de impaciencia. -No, amigo Rodia; debes obedecer; después sería demasiado tarde. Ten en cuenta que, como la he comprado a ojo, no podría dormir esta noche preguntándome si te vendría bien o no. Se la probó y lanzó un grito triunfal. -¡Te está perfectamente! Cualquiera diría que está hecha a la medida. El cubrecabezas, amigo mío, es lo más importante de la vestimenta. Mi amigo Tolstakof se descubre cada vez que entra en un lugar público donde todo el mundo permanece cubierto. La gente atribuye este proceder a sentimientos serviles, cuando lo único cierto es que está avergonzado de su sombrero, que es un nido de polvo. ¡Es un hombre tan tímido...! Oye, Nastenka, mira StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 158