Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
-¿Verdad que sí? -exclamó Rasumikhine, feliz ante el hecho de
que Raskolnikof le hubiera contestado-. Pero esto no quiere decir
que sea inteligente. No, ni mucho menos. Tiene un carácter
verdaderamente raro. A mí me desorienta a veces, palabra. No
cabe duda de que ya ha cumplido los cuarenta, y dice que tiene
treinta y seis, aunque bien es verdad que su aspecto autoriza el
embuste. Por lo demás, te juro que yo sólo puedo juzgarla desde
un punto de vista intelectual, puramente metafísico, por decirlo
así. Pues nuestras relaciones son las más singulares del mundo.
Yo no las comprendo... En fin, volvamos a nuestro asunto. Cuando
ella vio que dejabas la universidad, que no dabas lecciones, que
ibas mal vestido, y, por otra parte, cuando ya no te pudo
considerar como persona de la familia, puesto que su hija había
muerto, la inquietud se apoderó de ella. Y tú, para acabar de
echarlo a perder, empezaste a vivir retirado en tu rincón.
Entonces ella decidió que te fueras de su casa. Ya hacía tiempo
que esta idea rondaba su imaginación. Y te hizo firmar ese pagaré
que, según le aseguraste, pagaría tu madre...
-Esto fue una vileza mía -declaró Raskolnikof con voz clara y
vibrante-. Mi madre está poco menos que en la miseria. Mentí
para que siguiera dándome habitación y comida.
-Es un proceder muy razonable. Lo que te echó todo a perder fue
la conducta del señor Tchebarof, consejero y hombre de negocios.
Sin su intervención, Pachenka no habría dado ningún paso contra
ti: es demasiado tímida para eso. Pero el hombre de negocios no
conoce la timidez, y lo primero que hizo fue preguntar: «¿Es
solvente el firmante del efecto?» Contestación: «Sí, pues tiene
una madre que con su pensión de ciento veinte rublos pagará la
deuda de su Rodienka, aunque para ello haya de quedarse sin
comer; y también tiene una hermana que se vendería como
esclava por él.» En esto se basó el señor Tchebarof... Pero ¿por
qué te alteras? Conozco toda la historia. Comprendo que te
expansionaras con Prascovia Pavlovna cuando veías en ella a tu
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