CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 130

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski -¿Cómo quiere usted que lo vieran? -dijo el secretario, que desde su puesto estaba atento a la conversación-. Esa casa es un arca de Noé. -La cosa no puede estar más clara -dijo el comisario, en un tono de convicción. -Por el contrario, está oscurísima -replicó Ilia Petrovitch. Raskolnikof cogió su sombrero y se dirigió a la puerta. Pero no llegó a ella... Cuando volvió en sí, se vio sentado en una silla. Alguien le sostenía por el lado derecho. A su izquierda, otro hombre le presentaba un vaso amarillento lleno de un líquido del mismo color. El comisario, Nikodim Fomitch, de pie ante él, le miraba fijamente. Raskolnikof se levantó. -¿Qué le ha pasado? ¿Está enfermo? -le preguntó el comisario secamente. -Apenas podía sostener la pluma hace un momento, cuando escribía su declaración -observó el secretario, volviendo a sentarse y empezando de nuevo a hojear papeles. -¿Hace mucho tiempo que está usted enfermo? -gritó Ilia Petrovitch desde su mesa, donde también estaba hojeando papeles. Se había acercado como todos los demás, a Raskolnikof y le había examinado durante su desvanecimiento. Cuando vio que volvía en sí, se apresuró a regresar a su puesto. -Desde anteayer -balbuceó Raskolnikof. -¿Sali