Al subir a casa de Rasumikhine no había tenido en cuenta que iba a verse
frente a frente con su amigo, y una entrevista, con quienquiera que fuese, le
parecía en aquellos momentos lo más odioso del mundo. Apenas hubo
franqueado la puerta del piso, sintió una cólera ciega contra Rasumikhine.
¡Adiós! exclamó dirigiéndose a la puerta.
¡Espera, hombre, espera! ¿Estás loco?
¡Déjame! dijo Raskolnikof retirando bruscamente la mano que su amigo le
había cogido.
Entonces, ¿a qué diablos has venido? Has perdido el juicio. Esto es una
ofensa para mí. No consentiré que te vayas así.
Bien, escucha. He venido a tu casa porque no conozco a nadie más que a ti
para que me ayude a volver a empezar. Tú eres mejor que todos los demás, es
decir, más inteligente, más comprensivo... Pero ahora veo que no necesito
nada, ¿entiendes?, absolutamente nada... No me hacen falta los servicios ni la
simpatía de los demás... Estoy solo y me basto a mí mismo... Esto es todo.
Déjame en paz.
¡Pero escucha un momento, botarate! ¿Es que te has vuelto loco? Puedes
hacer lo que quieras, pero yo tampoco tengo lecciones y me río de eso. Estoy
en tratos con el librero Kheruvimof, que es una magnífica lección en su género.
Yo no lo cambiaría por cinco lecciones en familias de comerciantes. Ese
hombre publica libritos sobre ciencias naturales, pues esto se vende como el
pan. Basta buscar buenos títulos. Me has llamado imbécil más de una vez,
pero estoy seguro de que hay otros más tontos que yo. Mi editor, que es poco
menos que analfabeto, quiere seguir la corriente de la moda, y yo,
naturalmente, le animo... Mira, aquí hay dos pliegos y medio de texto alemán.
Puro charlatanismo, a mi juicio. Dicho en dos palabras, la cuestión que estudia
el autor es la de si la mujer es un ser humano. Naturalmente, él opina que sí y
su labor consiste en demostrarlo elocuentemente. Kheruvimof considera que
este folleto es de actualidad en estos momentos en que el feminismo está de
moda, y yo me encargo de traducirlo. Podrá convertir en seis los dos pliegos y
medio de texto alemán. Le pondremos un título ampuloso que llene media
página y se venderá a cincuenta kopeks el ejemplar. Será un buen negocio. Se
me paga la traducción a seis rublos el pliego, o sea quince rublos por todo el
trabajo. Ya he cobrado seis por adelantado. Cuando terminemos este folleto
traduciremos un libro sobre las ballenas, y para después ya hemos elegido
unos cuantos chismes de Les Confessions. También los traduciremos. Alguien
ha dicho a Kheruvimof que Rousseau es una especie de Radiscev.
Naturalmente, yo no he protestado. ¡Que se vayan al diablo...! Bueno, ¿quieres
traducir el segundo pliego del folleto Es la mujer un ser humano? Si quieres,
coge inmediatamente el pliego, plumas, papel (todos estos gastos van a cargo
del editor), y aquí tienes tres rublos: como yo he recibido seis adelantados por
toda la traducción, a ti te corresponden tres. Cuando hayas traducido el pliego,
recibirás otros tres. Pero que te conste que no tienes nada que agradecerme.
Por el contrario, apenas te he visto entrar, he pensado en tu ayuda. En primer
lugar, yo no estoy muy fuerte en ortografía, y en segundo, mis conocimientos
del alemán son más que deficientes. Por eso me veo obligado con frecuencia a
inventar, aunque me consuelo pensando que la obra ha de ganar con ello. Es
posible que me equivoque... Bueno,¿aceptas?
Raskolnikof cogió en silencio el pliego de texto alemán y los tres rublos y se
marchó sin pronunciar palabra. Rasumikhine le siguió con una mirada de
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