Esas damas tienen sus costumbres, sus ideas...
En cuanto a
sus hermanitos, tienen el porvenir asegurado, pues el dinero que he depositado
para ellos está en lugar seguro y lo he entregado contra recibo. Aquí tiene los
recibos; guárdelos por lo que pueda ocurrir. Y demos por terminado este
asunto. Ahora tenga usted estos tres títulos al cinco por ciento. Su valor es de
tres mil rublos. Esto es para usted y sólo para usted. Deseo que la cosa quede
entre nosotros. No diga nada a nadie, oiga lo que oiga. Este dinero le será útil,
ya que debe usted dejar la vida que lleva ahora. No estaría nada bien que
siguiera viviendo como vive, y con este dinero no tendrá necesidad de hacerlo.
Ha sido usted tan bueno conmigo, con los huérfanos y con la difunta balbuceó
Sonia , que nunca sabré cómo agradecérselo, y créame que...
¡Bah! Dejemos eso...
En cuanto a ese dinero, Arcadio Ivanovitch, muchas gracias, pero no lo
necesito. Sabré ganarme el pan. No me considere una ingrata. Ya que es usted
tan generoso, ese dinero...
Es para usted y sólo para usted, Sonia Simonovna. Y le ruego que no
hablemos más de este asunto, pues tengo prisa. Le será útil, se lo aseguro.
Rodion Romanovitch no tiene más que dos soluciones: o pegarse un tiro o ir a
parar a Siberia.
Al oír estas palabras, Sonia empezó a temblar y miró aterrada a su vecino.
No se inquiete usted continuó Svidrigailof . Lo he oído todo de sus propios
labios, pero no me gusta hablar y no diré ni una palabra a nadie. Hizo usted
muy bien en aconsejarle que fuera a presentarse a la justicia: es el mejor
partido que podría tomar... Pues bien, cuando lo envíen a Siberia, usted lo
acompañará, ¿no es así? ¿Verdad que lo acompañará? En este caso,
necesitará usted dinero: lo necesitará para él. ¿Comprende? Darle a usted este
dinero es como dárselo a él. Además, usted ha prometido a Amalia Ivanovna
pagarle. Yo lo oí. ¿Por qué contrae usted compromisos tan ligeramente, Sonia
Simonovna? Era Catalina Ivanovna la que estaba en deuda con ella y no usted.
Usted debió enviar a paseo a esa alemana. No se puede vivir así... En fin, si
alguien le pregunta a usted por mí mañana, pasado mañana o cualquiera de
estos días, cosa que sin duda ocurrirá, no hable usted de esta visita ni diga que
le he dado dinero. Bueno, adiós dijo levantándose . Salude de mi parte a
Rodion Romanovitch. ¡Ah, se me olvidaba! Le aconsejo que dé usted a guardar
su dinero al señor Rasumikhine. ¿Le conoce? Sí, debe usted de conocerle. Es
un buen muchacho. Llévele el dinero mañana... o cuando usted lo crea
oportuno. Hasta entonces procure que no se lo quiten.
Sonia se había levantado también y miraba confusa a su visitante. Deseaba
hablarle, hacerle algunas preguntas, pero se sentía intimidada y no sabía por
dónde empezar.
Pero... pero ¿va usted a salir con esta lluvia?
¿Cómo puede importarle la lluvia a un hombre que se marcha a América? ¡Je,
je! Adiós, querida Sonia Simonovna. Le deseo muchos años de vida, muchos
años, pues usted será útil a los demás. A propósito: salude de mi parte al señor
Rasumikhine. No lo olvide. Dígale que Arcadio Ivanovitch Svidrigailof le ha
dado a usted recuerdos para él. No deje de hacerlo.
Y se fue, dejando a la muchacha inquieta, temerosa y dominada por confusas
sospechas.
Más adelante se supo que Svidrigailof había hecho aquella misma noche otra
visita extraordinaria y sorprendente. Seguía lloviendo. A las once y veinte se
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