CRIMEN Y CASTIGO crimen y castigo | Page 337

Yo la amo tanto como él. Yo la amo con todo mi ser... Déme el borde de su falda para besarlo, démelo. El susurro de su vestido me enloquece. Usted me mandará y yo la obedeceré. Sus creencias serán las mías. Haré todo, todo lo que usted quiera... No me mire así, por favor. ¿No ve usted que me está matando? Empezó a desvariar. Parecía haberse vuelto loco. Dunia se levantó de un salto y corrió hacia la puerta. ¡Ábranme, ábranme! dijo a gritos mientras la golpeaba . ¿Por qué no me abren? ¿Es posible que no haya nadie en la casa? Svidrigailof volvió en sí y se levantó. Una aviesa sonrisa apareció en sus labios, todavía temblorosos. No, no hay nadie dijo lentamente y en voz baja . Mi patrona ha salido. Sus gritos son, pues, inútiles. ¿Dónde está la llave? ¡Abre la puerta, abre inmediatamente! ¡Miserable, canalla! La llave se me ha perdido. ¡Comprendo! ¡Esto es una emboscada! Y Dunia, pálida como una muerta, corrió hacia un rincón, donde se atrincheró tras una mesa. Ya no gritaba. Estaba inmóvil y tenía la mirada fija en su enemigo, para no perder ninguno de sus movimientos. Svidrigailof estaba también inmóvil. Al parecer iba recobrándose, pero el color no había vuelto a su rostro. Su sonrisa seguía mortificando a Avdotia Romanovna. Ha pronunciado usted la palabra «emboscada», Avdotia Romanovna. Bien, pues si existe esa emboscada, habrá de pensar usted en que he tomado toda clase de precauciones. Sonia Simonovna no está en su habitación. Los Kapernaumof quedan lejos, a cinco piezas de aquí. Soy mucho más fuerte que usted, y tampoco puedo temer que usted me denuncie, porque en este caso perdería a su hermano, y usted no quiere perderlo, ¿verdad? Además, nadie la creería. ¿Qué explicación puede tener que una joven vaya sola a visitar a un hombre soltero? O sea que si usted se decidiese a sacrificar a su hermano, sería inútil, porque no podría probar nada. Una violación es sumamente difícil de demostrar. ¡Miserable! Puede decir lo que quiera, pero le advierto que hasta ahora me he limitado a hacer simples suposiciones. Personalmente, estoy de acuerdo con usted. Obrar por la fuerza contra alguien es una bajeza. Mi intención era únicamente tranquilizar su conciencia en el caso de que usted..., de que usted quisiera salvar a su hermano de buen grado, es decir, tal como yo le he propuesto. Usted no haría entonces sino inclinarse ante las circunstancias, ceder a la necesidad, por decirlo así... Piense usted en ello. La suerte de su hermano, y también la de su madre, está en sus manos. Piense, además, que yo seré su esclavo, y para toda la vida... Espero su resolución. Svidrigailof se sentó en el sofá, a unos ocho pasos de Dunia. La joven no tenía la menor duda acerca de sus intenciones: sabía que eran inquebrantables, pues conocía bien a Svidrigailof... De pronto sacó del bolsillo un revólver, lo preparó para disparar y lo dejó en la mesa, al alcance de su mano. Svidrigailof hizo un movimiento de sorpresa.   336