CRIMEN Y CASTIGO crimen y castigo | Page 336

y estoy aferrado a este género de vida. Ya hemos hablado de esto más de una vez. Incluso he tenido la dicha de interesarle exponiéndole mis juicios... Está usted muy pálida, Avdotia Romanovna. Conozco la teoría de que usted me ha hablado. He leído en una revista un artículo de mi hermano acerca de los hombres superiores. Me lo trajo Rasumikhine. ¿Rasumikhine? ¿Un artículo de su hermano en una revista? Ignoraba que hubiera escrito semejante artículo... Pero ¿adónde va, Avdotia Romanovna? Quiero ver a Sonia Simonovna repuso Dunia con voz débil . ¿Dónde está la puerta de su habitación? Tal vez ha regresado ya. Quiero verla en seguida para que ella me... No pudo terminar; se ahogaba materialmente. Sonia Simonovna no volverá hasta la noche. Así lo supongo. Tenía que volver en seguida y no lo ha hecho. Esto es señal de que regresará tarde. ¡Me has engañado! ¡Me has mentido! exclamó Dunia en un arrebato de cólera que la enloquecía . Ahora lo veo claro. ¡Me has mentido! ¡No te creo, no te creo! Y cayó casi desvanecida en una silla que Svidrigailof se apresuró a acercarle. Pero, ¿qué le ocurre, Avdotia Romanovna? Cálmese. Tenga, beba un poco de agua. Svidrigailof le salpicó el rostro. Dunetchka se estremeció y volvió en sí. Ha sido un golpe demasiado violento murmuró Svidrigailof, apenado . Tranquilícese, Avdotia Romanovna. Su hermano tiene amigos. Le salvaremos. ¿Quiere usted que lo mande al extranjero? No tardaré más de tres días en conseguirle un billete. En cuanto a su crimen, él lo borrará a fuerza de buenas acciones. Cálmese. Todavía puede llegar a ser un gran hombre. ¿Se siente usted mejor? ¡Qué cruel e indigno es usted! Todavía se atreve a burlarse. ¡Déjeme en paz! ¿Adónde va? A casa de Rodia. ¿Dónde está ahora? Usted lo sabe... ¿Por qué está cerrada esta puerta? Hemos entrado por aquí y ahora está cerrada con llave. ¿Cuándo la ha cerrado? No iba a dejar que todo el mundo oyera lo que decíamos. Estoy muy lejos de burlarme. Lo que ocurre es que estoy cansado de hablar en este tono. ¿Adónde se propone usted ir? ¿Es que quiere entregar a su hermano a la justicia? Piense que usted puede enloquecerlo y dar lugar a que se entregue él mismo. Sepa usted que le vigilan, que le siguen los pasos. Espere. Ya le he dicho que le he visto hace un rato y que he hablado con él. Todavía podemos salvarlo. Espere; siéntese y vamos a estudiar juntos lo que se puede hacer. La he hecho venir para que hablemos tranquilamente. Siéntese, haga el favor. ¿Cómo va usted a salvarlo? ¿Acaso tiene salvación? Dunia se sentó. Svidrigailof ocupó otra silla cerca de ella. Eso depende de usted, de usted, sólo de usted dijo en un susurro. Sus ojos centelleaban. Su agitación era tan profunda, que apenas podía articular las palabras. Dunia retrocedió, inquieta. El prosiguió, temblando: De usted depende... Una sola palabra de usted, y lo salvaremos. Yo... yo lo salvaré. Tengo dinero y amigos. Le mandaré en seguida al extranjero. Sacaré un pasaporte para mí...; no, dos pasaportes: uno para él y otro para mí. Tengo amigos, hombres influyentes... ¿Quiere...? Sacaré también un pasaporte para usted..., y otro para su madre... Usted no necesita para nada a Rasumikhine.   335