patrona estaba en casa, pero no lo hizo: su orgullo se lo impidió. Por otra parte,
el temor de lo que a ella le pudiera ocurrir no era nada comparado con la
angustia que la dominaba por otras razones. Esta angustia era para Dunia un
verdadero tormento.
He aquí su carta dijo depositándola en la mesa . Lo que usted me dice en ella
no es posible. Me deja usted entrever que mi hermano ha cometido un crimen.
Sus insinuaciones son tan claras, que sería inútil que ahora tratase usted de
recurrir a subterfugios. Le advierto que, antes de recibir lo que usted considera
como una revelación, yo estaba enterada ya de este cuento absurdo, del que
no creo ni una palabra. Es una suposición innoble y ridícula. Sé muy bien de
dónde proceden esos rumores. Usted no puede tener ninguna prueba. En su
carta me promete demostrarme la veracidad de sus palabras. Hable, pues.
Pero sepa por anticipado que no le creo, no le creo en absoluto.
Dunetchka había dicho esto precipitadamente, dominada por una emoción que
tiñó de rojo su cara.
Si usted no lo creyera, no habría venido aquí. Porque no creo que haya venido
por simple curiosidad.
No me atormente: hable de una vez.
Hay que convenir en que es usted una muchacha valiente. Yo esperaba, le
doy mi palabra, que pidiera usted al señor Rasumikhine que la acompañase.
Pero él no estaba con usted, ni rondaba por los alrededores, cuando nos
hemos encontrado: me he fijado bien. Ha sido una verdadera demostración de
valor. Ha querido defender por sí sola a Rodion Romanovitch... Por lo demás,
todo en usted es divino. En cuanto a su hermano, ¿qué puedo decirle? Usted le
acaba de ver. ¿Qué le ha parecido su actitud?
Supongo que no fundará usted en esto sus acusaciones.
No, las fundo en sus propias palabras. Ha venido dos días seguidos a pasar la
tarde con Sonia Simonovna. Ya le he indicado el lugar donde hablaban. Su
hermano lo confesó todo a la muchacha. Es un asesino. Mató a una vieja
usurera en cuya casa tenía empeñados algunos objetos, y además a su
hermana Lisbeth, que llegó casualmente en el momento del crimen. Las
asesinó a las dos con un hacha que llevaba consigo. El móvil del crimen era el
robo, y su hermano robó: se llevó dinero y algunos objetos. Me limito a repetir
la confesión que hizo a Sonia Simonovna, que es la única que conoce este
secreto, pero que no tiene participación alguna, ni material ni moral, en el
crimen. Por el contrario, esa muchacha, al enterarse, sintió un horror tan
profundo como el que usted demuestra ahora. Puede estar tranquila: esa joven
no le denunciará.
¡Imposible! balbuceó Dunetchka, jadeante y con los labios pálidos . Eso no es
posible. Él no tenía el más mínimo motivo para cometer ese crimen... ¡Eso es
mentira, mentira!
Mató por robar: ahí tiene el motivo. Cogió dinero y joyas. Verdad es que,
según ha dicho, no ha sacado provecho del botín, pues lo escondió debajo de
una piedra, donde está todavía. Pero esto demuestra, simplemente, que no se
ha atrevido a hacer use de él.
Pero ¿es posible que haya robado? exclamó Dunia, levantándose de un salto
. ¿Se puede creer tan sólo que haya tenido esa idea? Usted lo conoce. ¿Acaso
tiene aspecto de ladrón?
Había olvidado su terror de hacía un momento y hablaba en tono suplicante.
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