CRIMEN Y CASTIGO crimen y castigo | Page 312

sello de nuestro tiempo, de una época en que el corazón del hombre está trastornado; en que se afirma, citando autores, que la sangre purifica; en que sólo importa la obtención del bienestar material. Es el sueño de una mente ebria de quimeras y envenenada por una serie de teorías. El culpable ha desplegado en este golpe de ensayo una audacia extraordinaria, pero una audacia de tipo especial. Obró resueltamente, pero como quien se lanza desde lo alto de una torre o se deja caer rodando desde la cumbre de una montaña. Fue como si no se diera cuenta de lo que hacía. Se olvidó de cerrar la puerta al entrar, pero mató, mató a dos personas, obedeciendo a una teoría. Mató, pero no se apoderó del dinero, y lo que se llevó fue a esconderlo debajo de una piedra. No le bastó la angustia que había experimentado en el recibidor mientras oía los golpes que daban en la puerta, sino que, en su delirio, se dejó llevar de un deseo irresistible de volver a sentir el mismo terror, y fue a la casa para tirar del cordón de la campanilla... En fin, carguemos esto en la cuenta de la enfermedad. Pero hay otro detalle importante, y es que el asesino, a pesar de su crimen, se considera como una persona decente y desprecia a todo el mundo. Se cree algo así como un ángel infortunado. No, mi querido Rodion Romanovitch, Mikolka no es el culpable. Estas palabras, después de las excusas que el juez había presentado, sorprendieron e impresionaron profundamente a Raskolnikof, que empezó a temblar de pies a cabeza. Pero..., entonces... preguntó con voz entrecortada , ¿quién es el asesino? Porfirio Petrovitch se recostó en el respaldo de su silla. Su semblante expresaba el asombro del hombre al que acaban de hacer una pregunta insólita. ¿Que quién es el asesino? exclamó como no pudiendo dar crédito a sus oídos . ¡Usted, Rodion Romanovitch! Y añadió en voz baja y en un tono de profunda convicción : Usted es el asesino. Raskolnikof se puso en pie de un salto, permaneció asi un momento y se volvió a sentar sin pronunciar palabra. Ligeras convulsiones sacudían los músculos de su cara. Sus labios vuelven