poder de un bandido y, después de pasar media hora de angustia mortal,
recobra su sangre fría cuando nota la punta del puñal en la garganta.
Raskolnikof se sentó ante Porfirio Petrovitch y le miró a la cara. El juez de
instrucción guiñó un ojo y encendió un cigarrillo.
«¡Vamos, habla! le incitó Raskolnikof mentalmente . ¿Por qué no empiezas de
una vez?»
II
Ah, estos cigarrillos! dijo al fin Porfirio Petrovitch . Son un veneno, un
verdadero veneno. Tengo tos, se me irrita la garganta, padezco de asma.
Como soy algo aprensivo, he ido a ver al doctor B., que es un médico que está
examinando a cada enfermo durante media hora como mínimo. Se ha echado
a reír al verme, y, después de palparme y auscultarme cuidadosamente, me ha
dicho: «El tabaco no le va nada bien. Tiene usted los pulmones dilatados.» No
lo dudo, pero ¿cómo dejar el tabaco? ¿Por qué otra cosa lo puedo sustituir? Yo
no bebo: eso es lo malo... ¡Je, je, je! Toda mi desgracia viene de que no bebo.
Pues todo es relativo en este mundo, Rodion Romanovitch, todo es relativo.
«Ya está de nuevo con sus tonterías», pensó Raskolnikof, contrariado.
Al punto le vino a la memoria su última entrevista con el juez de instrucción, y
este recuerdo trajo a su ánimo todos sus anteriores sentimientos.
Anteayer por la tarde estuve aquí, ¿no lo sabía usted? continuó Porfirio
Petrovitch, paseando una mirada por la habitación . Estuve aquí dentro. Al
pasar por esta calle se me ocurrió, como se me ha ocurrido hoy, hacerle una
visita. La puerta estaba abierta de par en par. Esperé un momento y me volví a
marchar sin ni siquiera ver a la sirvienta para darle mi nombre. ¿Nunca cierra
usted la puerta?
El rostro de Raskolnikof aparecía cada vez más sombrío. Porfirio pareció
adivinar los pensamientos que lo agitaban.
He venido a darle una explicación, mi querido Rodion Romanovitch. Se la
debo dijo sonriendo y dándole una palmada en la rodilla.
Su semblante cobró de pronto una expresión seria y preocupada. Incluso pasó
por él una sombra de tristeza, para gran asombro de Raskolnikof, que jamás
había visto en él nada semejante ni le creía capaz de tales sentimientos.
Hubo una escena extraña entre nosotros, Rodion Romanovitch, la última vez
que nos vimos. Pero entonces... En fin, he aquí el asu