CRIMEN Y CASTIGO crimen y castigo | Page 298

Entre tanto, Catalina Ivanovna se había reanimado un poco. La hemorragia había cesado. La enferma dirigió una mirada llena de dolor, pero penetrante, a la pobre Sonia, que, pálida y temblorosa, le limpiaba la frente con un pañuelo. Después pidió que la levantaran. La sentaron en la cama y le pusieron almohadas a ambos lados para que pudiera sostenerse. ¿Dónde están los niños? preguntó con voz trémula . ¿Los has traído, Polia? ¡Los muy tontos! ¿Por qué habéis huido? ¿Por qué? La sangre cubría aún sus delgados labios. La enferma paseó la mirada por la habitación. Aquí vives, ¿verdad, Sonia? No había venido nunca a tu casa, y al fin he tenido ocasión de verla. Se quedó mirando a Sonia con una expresión llena de amargura. Hemos destrozado tu vida por completo... Polia, Lena, Kolia, venid... Aquí están, Sonia... Tómalos... Los pongo en tus manos... Yo he terminado ya... Se acabó la fiesta... Acostadme... Dejadme morir tranquila. La tendieron en la cama. ¿Cómo? ¿Un sacerdote? ¿Para qué? ¿Es que a alguno de ustedes les sobra un rublo...? Yo no tengo pecados... Dios me perdonará... Sabe lo mucho que he sufrido en la vida... Y si no me perdona, ¿qué le vamos a hacer? El delirio de la fiebre se iba apoderando de ella. Sus ideas eran cada vez más confusas. A cada momento se estremecía, miraba al círculo formado en torno del lecho, los reconocía a todos. Después volvía a hundirse en el delirio. Su respiración era silbante y penosa. Se oía