CRIMEN Y CASTIGO crimen y castigo | Page 284

De pronto le asaltó una duda. ¿Acaso ese dinero que dio usted a Catalina Ivanovna..., ese dinero, Señor, era...? No, Sonia le interrumpió Raskolnikof , ese dinero no procedía de allí. Tranquilízate. Me lo había enviado mi madre por medio de un agente de negocios y lo recibí durante mi enfermedad, el día mismo en que lo di... Rasumikhine es testigo, pues firmó el recibo en mi nombre... Ese dinero era mío y muy mío. Sonia escuchaba con un gesto de perplejidad y haciendo grandes esfuerzos por comprender. En cuanto al dinero de la vieja, ni siquiera sé si tenía dinero dijo en voz baja, vacilando . Desaté de su cuello una bolsita de pelo de camello, que estaba llena, pero no miré lo que contenía... Sin duda no tuve tiempo... Los objetos: gemelos, cadenas, etc., los escondí, así como la bolsa, debajo de una piedra en un gran patio que da a la avenida V. Todo está allí todavía. Sonia le escuchaba ávidamente. Pero ¿por qué, si mató usted para robar, según dice..., por qué no cogió nada? dijo la joven vivamente, aferrándose a una última esperanza. No lo sé. Todavía no he decidido si cogeré ese dinero o no dijo Raskolnikof en el mismo tono vacilante. Después, como si volviera a la realidad, sonrió y siguió diciendo : ¡Qué estúpido soy! ¡Contar estas cosas! Entonces un pensamiento atravesó como un rayo la mente de Sonia. «¿Estará loco?» Pero desechó esta idea en seguida. «No, no lo está.» Realmente, no comprendía nada. Él exclamó, como en un destello de lucidez: Oye, Sonia, oye lo que voy a decirte. Y continuó, subrayando las palabras y mirándola fijamente, con una expresión extraña pero sincera: Si el hambre fuese lo único que me hubiera impulsado a cometer el crimen, me sentiría feliz, sí, feliz. Pero ¿qué adelantarías exclamó en seguida, en un arranque de desesperación , qué adelantarías si yo te confesara que he obrado mal? ¿Para qué te serviría este inútil triunfo sobre mí? ¡Ah, Sonia! ¿Para esto he venido a tu casa? Sonia quiso decir algo, pero no pudo. Si te pedí ayer que me siguieras es porque no tengo a nadie más que a ti. ¿Seguirte...? ¿Para qué? preguntó la muchacha tímidamente. No para robar ni matar, tranquilízate respondió él con una sonrisa cáustica . Somos distintos, Sonia. Sin embargo... Oye, Sonia, hace un momento que me he dado cuenta de lo que yo pretendía al pedirte que me siguieras. Ayer te hice la petición instintivamente, sin comprender la causa. Sólo una cosa deseo de ti, y por eso he venido a verte... ¡No me abandones! ¿Verdad que no me abandonarás? Ella le cogió la mano, se la oprimió... Un segundo después, Raskolnikof la miró con un dolor infinito y lanzó un grito de desesperación. ¿Por qué te habré dicho todo esto? ¿Por qué te habré hecho esta confesión...? Esperas mis explicaciones, Sonia, bien lo veo; esperas que te lo cuente todo... Pero ¿qué puedo decirte? No comprenderías nada de lo que te dijera y sólo conseguiría que sufrieras por mí todavía más... Lloras, vuelves a abrazarme. Pero dime: ¿por qué? ¿Porque no he tenido valor para llevar yo   283