palabras. Además, habló sin premeditación alguna, dejándose llevar del calor
de la conversación, tanto, que él mismo trató después de suavizar el sentido de
sus palabras. Sin embargo, a mí me parecieron un tanto duras, y así se lo dije
a Dunetchka; pero ella me contestó con cierta irritación que una cosa es decir y
otra hacer, lo que sin duda es verdad. Dunia no pudo pegar ojo la noche que
precedió a su respuesta y, creyendo que yo estaba dormida, se levantó y
estuvo varias horas paseando por la habitación. Finalmente se arrodilló delante
del icono y oró fervorosamente. Por la mañana me dijo que ya había decidido
lo que tenía que hacer.
»Ya te he dicho que Piotr Petrovitch se trasladará muy pronto a Petersburgo,
adonde le llaman intereses importantísimos, pues quiere establecerse allí como
abogado. Hace ya mucho tiempo que ejerce y acaba de ganar una causa
importante. Si ha de trasladarse inmediatamente a Petersburgo es porque ha
de seguir atendiendo en el senado a cierto trascendental asunto. Por todo esto,
querido Rodia, este señor será para ti sumamente útil, y Dunia y yo hemos
pensado que puedes comenzar en seguida tu carrera y considerar tu porvenir
asegurado. ¡Oh, si esto llega ra a realizarse! Sería una felicidad tan grande, que
sólo la podríamos atribuir a un favor especial de la Providencia. Dunia sólo
piensa en esto. Ya hemos insinuado algo a Piotr Petrovitch. El, mostrando una
prudente reserva, ha dicho que, no pudiendo estar sin secretario, preferiría,
naturalmente, confiar este empleo a un pariente que a un extraño, siempre y
cuando aquél fuera capaz de desempeñarlo. (¿Cómo no has de ser capaz de
desempeñarlo tú?) Sin embargo, manifestó al mismo tiempo el temor de que,
debido a tus estudios, no dispusieras del tiempo necesario para trabajar en su
bufete. Así quedó la cosa por el momento, pero Dunia sólo piensa en este
asunto. Vive desde hace algunos días en un estado febril y ha forjado ya sus
planes para el futuro. Te ve trabajando con Piotr Petrovitch e incluso llegando a
ser su socio, y eso sin dejar tus estudios de Derecho. Yo estoy de acuerdo en
todo con ella, Rodia, y comparto sus proyectos y sus esperanzas, pues la cosa
me parece perfectamente realizable, a pesar de las evasivas de Piotr
Petrovitch, muy explicables, ya que él todavía no te conoce.
»Dunia está segura de que conseguirá lo que se propone, gracias a su
influencia sobre su futuro esposo, influencia que no le cabe duda de que
llegará a tener. Nos hemos guardado mucho de dejar traslucir nuestras
esperanzas ante Piotr Petrovitch, sobre todo la de que llegues a ser su socio
algún día. Es un hombre práctico y no le habría parecido nada bien lo que
habría juzgado como un vano ensueño. Tampoco le hemos dicho ni una
palabra de nuestra firme esperanza de que te ayude materialmente cuando
estés en la universidad, y ello por dos razones. La primera es que a él mismo
se le ocurrirá hacerlo, y lo hará del modo más sencillo, sin frases altisonantes.
Sólo faltaría que hiciera un feo sobre esta cuestión a Dunetchka, y más aún
teniendo en cuenta que tú puedes llegar a ser su colaborador, su brazo
derecho, por decirlo así, y recibir esta ayuda no como una limosna, sino como
un anticipo por tu trabajo. Así es como Dunetchka desea que se desarrolle este
asunto, y yo comparto enteramente su parecer.
»La segunda razón que nos ha movido a guardar silencio sobre este punto es
que deseo que puedas mirarle de igual a igual en vuestra próxima entrevista.
Dunia le ha hablado de ti con entusiasmo, y él ha respondido que a los
hombres hay que conocerlos antes de juzgarlos, y que no formará su opinión
sobre ti hasta que te haya tratado.
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