más adelante. Ahora analicemos tan sólo la cuestión de los cuernos. Le
confieso que es mi tema favorito. Esta expresión baja y grosera difundida por
Pushkin no figurará en los diccionarios del futuro. Pues, en resumidas cuentas,
¿qué es eso de los cuernos? ¡Oh, qué aberración! ¡Cuernos...! ¿Por qué? Eso
es absurdo, no lo dude. La unión libre los hará desaparecer. Los cuernos no
son sino la consecuencia lógica del matrimonio legal, su correctivo, por decirlo
así..., un acto de protesta... Mirados desde este punto de vista, no tienen nada
de humillantes. Si alguna vez..., aunque esto sea una suposición absurda..., si
alguna vez yo contrajera matrimonio legal y llevara esos malditos cuernos, me
sentiría muy feliz y diría a mi mujer: « Hasta este momento, amiga mía, me he
limitado a quererte; pero ahora lo respeto por el hecho de haber sabido
protestar... » ¿Se ríe...? Eso prueba que no ha tenido usted valor para romper
con los prejuicios... ¡El diablo me lleve...! Comprendo perfectamente el enojo
que supone verse engañado cuando se está casado legalmente; pero esto no
es sino una mísera consecuencia de una situación humillante y degradante
para los dos cónyuges. Porque cuando a uno le ponen los cuernos con toda
franqueza, como sucede en las uniones libres, se puede decir que no existen,
ya que pierden toda su significación, e incluso el nombre de cuernos. Es más,
en este caso, la mujer da a su compañero una prueba de estimación, ya que le
considera incapaz