seis por ciento de interés. Esto es un truco: lo que él desea es ayudarme. El
año pasado yo no necesitaba dinero, pero este año voy a aceptar el préstamo.
A estos mil rublos añaden ustedes mil de los suyos, y ya tenemos para
empezar. Bueno, ya somos socios. ¿Qué hacemos ahora?
Rasumikhine empezó acto seguido a exponer su proyecto. Se extendió en
explicaciones sobre el hecho de que la mayoría de los libreros y editores no
conocían su oficio y por eso hacían malos negocios, y añadió que editando
buenas obras se podía no sólo cubrir gastos, sino obtener beneficios. Ser
editor constituía el sueño dorado de Rasumikhine, que llevaba dos años
trabajando para casas editoriales y conocía tres idiomas, aunque seis días
atrás había dicho a Raskolnikof que no sabía alemán, simple pretexto para que
su amigo aceptara la mitad de una traducción y, con ella, los tres rublos de
anticipo que le correspondían. Raskolnikof no se había dejado engañar.
¿Por qué despreciar un buen negocio exclamó Rasumikhine con creciente
entusiasmo , teniendo el elemento principal para ponerlo en práctica, es decir,
el dinero? Sin duda tendremos que trabajar de firme, pero trabajaremos.
Trabajará usted Avdotia Romanovna; trabajará su hermano y trabajaré yo. Hay
libros que pueden producir buenas ganancias. Nosotros tenemos la ventaja de
que sabemos lo que se debe traducir. Seremos traductores, editores y
aprendices a la vez. Yo puedo ser útil a la sociedad porque tengo experiencia
en cuestiones de libros. Hace dos años que ruedo por las editoriales, y
conozco lo esencial del negocio. No es nada del otro mundo, créanme. ¿Por
qué no aprovechar esta ocasión? Yo podría indicar a los editores dos o tres
libros extranjeros que producirían cien rublos cada uno, y sé de otro cuyo título
no daría por menos de quinientos rublos. A lo mejor aún vacilarían esos
imbéciles. Respecto a la parte administrativa del negocio (papel, impresión,
venta...), déjenla en mi mano, pues es cosa que conozco bien. Empezaremos
por poco e iremos ampliando el negocio gradualmente. Desde luego,
ganaremos lo suficiente para vivir.
Los ojos de Dunia brillaban.
Su proposición me parece muy bien, Dmitri Prokofitch. Yo, como es natural
dijo Pulqueria Alejandrovna , no entiendo nada de eso. Tal vez sea un buen
negocio. Lo cierto es que el asunto me sorprende por lo inesperado. Respecto
a nuestra marcha, sólo puedo decirle que nos vemos obligadas a permanecer
aquí algún tiempo.
Y al decir esto último dirigió una mirada a Rodia.
¿Tú qué opinas? preguntó Dunia a su hermano.
A mí me parece una excelente idea. Naturalmente, no puede improvisarse un
gran negocio editorial, pero sí publicar algunos volúmenes de éxito seguro. Yo
conozco una obra que indudablemente se vendería. En cuanto a la capacidad
de Rasumikhine, podéis estar tranquilas, pues conoce bien el negocio...
Además, tenéis tiempo de sobra para estudiar el asunto.
¡Hurra! gritó Rasumikhine . Y ahora escuchen. En este mismo edificio hay un
local independiente que pertenece al mismo propietario. Está amueblado, tiene
tres habitaciones pequeñas y no es caro. Yo me encargaré de empeñarles el
reloj mañana para que tengan dinero. Todo se arreglará. Lo importante es que
puedan ustedes vivir los tres juntos. Así tendrán a Rodia cerca de ustedes...
Pero oye, ¿adónde vas?
¿Por qué te marchas, Rodia? preguntó Pulqueria Alejandrovna con evidente
inquietud.
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