Tendrá que prestar usted declaración ante la policía repuso Porfirio Petrovitch
con acento perfectamente oficial . Deberá usted manifestar que, enterado del
hecho, es decir, del asesinato, ruega que se advierta al juez de instrucción
encargado de este asunto que tales y cuales objetos son de su propiedad y
que desea usted desempeñarlos. Además, ya recibirá una comunicación
escrita.
Pero lo que ocurre dijo Raskolnikof, fingiéndose confundido lo mejor que pudo
es que en este momento estoy tan mal de fondos, que ni siquiera tengo el
dinero necesario para rescatar esas bagatelas. Por eso me limito a declarar
que esos objetos me pertenecen y que cuando tenga dinero...
Eso no importa le interrumpió Porfirio Petrovitch, que pareció acoger fríamente
esta declaración de tipo económico . Además, usted puede exponerme por
escrito lo que me acaba de decir, o sea que, enterado de esto y aquello, se
declara propietario de tales objetos y ruega...
¿Puedo escribirle en papel corriente? le interrumpió Raskolnikof, con el
propósito de seguir demostrando que sólo le interesaba el aspecto práctico de
la cuestión.
Sí, el papel no importa.
Dicho esto, Porfirio Petrovitch adoptó una expresión francamente burlona.
Incluso guiñó un ojo como si hiciera un signo de inteligencia a Raskolnikof.
Acaso esto del signo fue simplemente una ilusión del joven, pues todo
transcurrió en un segundo. Sin embargo, algo debía de haber en aquel gesto.
Que le había guiñado un ojo era seguro. ¿Con qué intención? Eso sólo el
diablo lo sabía.
«Este hombre sabe algo, pensó en el acto Raskolnikof. Y dijo en voz alta, un
tanto desconcertado:
Perdone que le haya molestado por tan poca cosa. Esos objetos sólo valen
unos cinco rublos, pero como recuerdos tienen un gran valor para mi. Le
confieso que sentí gran inquietud cuando supe...
Eso explica que ayer te estremecieras al oírme decir a Zosimof que Porfirio
estaba interrogando a los propietarios de los objetos empeñados exclamó
Rasumikhine con una segunda intención evidente.
Esto era demasiado. Raskolnikof no pudo contenerse y lanzó a su amigo una
mirada furiosa. Pero en seguida se sobrepuso.
Tú todo lo tomas a broma dijo con una irritación que no tuvo que fingir .
Admito que me preocupan profundamente cosas que para ti no tienen
importancia, pero esto no es razón para que me consideres egoísta e
interesado, pues repito que esos dos objetos tan poco valiosos tienen un gran
valor para mí. Hace un momento te he dicho que ese reloj de plata es el único
recuerdo que tenemos de mi padre. Búrlate si quieres, pero mi madre acaba de
llegar manifestó dirigiéndose a Porfirio , y si se enterase continuó, volviendo a
hablar a Rasumikhine y procurando que la voz le temblara de que ese reloj se
había perdido, su desesperación no tendría límites. Ya sabes cómo son las
mujeres.
¡Estás muy equivocado! ¡No me has entendido! Yo no he pensado nada de lo
que dices, sino todo lo contrario protestó, desolado, Rasumikhine.
«¿Lo habré hecho bien? ¿No habré exagerado? pensó Raskolnikof, temblando
de inquietud . ¿Por qué habré dicho eso de "Ya sabes cómo son las
mujeres"?»
¿De modo que su madre ha venido a verle? preguntó Porfirio Petrovitch.
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