Ciertamente balbuceó a media voz un minuto después profundamente
avergonzado , estas torpezas ya no se pueden evitar ni reparar. Por lo tanto, es
inútil pensar en ello... Lo más prudente será que me presente en silencio,
cumpla mis deberes sin desplegar los labios y... que me excuse con el
mutismo... Naturalmente, todo está perdido.
Sin embargo, dedicó un cuidado especial a su indumentaria. Examinó su traje.
No tenía más que uno, pero se lo habría puesto aunque tuviera otros. Sí, se lo
habría puesto expresamente. Sin embargo, exhibir cínicamente una
descuidada suciedad habría sido un acto de mal gusto. No tenía derecho a
mortificar con su aspecto a otras personas, y menos a unas personas que le
necesitaban y le habían rogado que fuera a verlas.
Cepilló cuidadosamente su traje. Su ropa interior estaba presentable, como de
costumbre (Rasumikhine era intransigente en cuanto a la limpieza de la ropa
interior). Procedió a lavarse concienzudamente. Nastasia le dio jabón y él lo
utilizó para el cuello, la cabeza y esto sobre todo las manos. Pero cuando
llegó el momento de decidir si debía afeitarse (Praskovia Pavlovna poseía
excelentes navajas de afeitar heredadas de su difunto esposo, el señor
Zarnitzine), se dijo que no lo haría, y se lo dijo incluso con cierta aspereza.
«No, me mostraré tal cual soy. Podrían suponer que me he afeitado para... Sí,
seguro que lo pensarían... No, no me afeitaré por nada del mundo. Y menos
teniendo el convencimiento de que soy un grosero, un mal educado, un...
Admitamos que me considero, cosa que en cierto modo es verdad, un hombre
honrado, o poco menos. ¿Puedo enorgullecerme de esta honradez? Todo el
mundo debe ser honrado y más que honrado... Además (bien lo recuerdo), yo
tuve aquellas cosillas..., no deshonrosas, desde luego, pero... ¡Y qué ideas me
asaltan a veces...! ¿Cómo poner al lado de todo esto a Avdotia Romanovna...?
¡Bueno, que se vaya al diablo...! Me importa un comino... Haré cuanto esté en
mi mano para mostrarme tan grosero y desagradable como me sea posible, y
no me importa lo que puedan pensar.» _
En esto apareció Zosimof. Había pasado la noche en el salón de Praskovia
Pavlovna y se disponía a volver a su casa. Rasumikhine le dijo que Raskolnikof
dormía a pierna suelta. Zosimof dispuso que no se le despertara y prometió
volver a las once.
Pero veremos si lo encuentro aquí añadió . ¡Demonio de hombre! ¡Un
paciente que no obedece al médico! ¡Estudie usted una carrera para esto!
¿Sabes si irá a ver a su madre y a su hermana, o si ellas vendrán aquí?
Creo que vendrán ellas repuso Rasumikhine, que había comprendido la
finalidad de la pregunta . Sin duda, tendrán que hablar de asuntos de familia.
Por lo cual, me marcharé. Tú, como eres el médico, tienes más derechos que
yo.
Yo soy el médico, pero no el confesor. Vendré sólo un momento. No puedo
dedicarme exclusivamente a ellas: tengo mucho trabajo.
Estoy preocupado por una cosa dijo Rasumikhine pensativo y con cara
sombría . Ayer, como estaba bebido, no pude poner freno a mi lengua y dije mil
estupideces. Una de ellas fue que tú temías que los síntomas que