Lo curioso es que mientras los hijos estaban en casa ni se me pasó por la mente ponerme a tocar el piano o a escribir , y cuando se marcharon tampoco . Mi mente seguía atrapada en la responsabilidad de hacer mi trabajo lo mejor posible cada día . La rutina diaria me absorbía . La de veces que bajé a ventilar el piano y no caí en la cuenta de que estaba allí , esperando a que le diera vida y a darme vida . Ahora lo comprendo , el exceso de trabajo no te deja pensar en tus prioridades vitales . Ahora ha llegado el momento anhelado , ahora tendré tiempo para disfrutar de la música y para escribir o , como diría Le Guin , para reinventarme y vivir mi ansiada vida disfrutando de la palabra escrita . Esta es la vida que he estado persiguiendo .
« No todos podemos hacer grandes cosas , pero sí podemos hacer cosas pequeñas con gran amor »
Teresa de Calcuta .
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