flores con ojos tan imaginativos, ni la pasita pergamino de manos necesitadas y suplicantes, no
era de plástico porque muchas cosas me dolían
y las sentía a piel viva, no era un disco duro de
memoria perfecta, lamentablemente tampoco era
agua ni aire. No era vendedora de productos milagro, o curaba la diabetis. Si acaso un soplo de
vida que cayó en un cuerpo cualquiera, y ni tan
cualquiera porque es el que porto hoy, que por
azares del destino tuvo que ser esta persona, la
que miraba sin vestuario alguno; una introspección partiendo. Llegué a mi hogar (tuve que
construir uno primero) para advertir realmente el
despojo y arrebato en el tiempo y las personas,
para ponerme ropa al fin.