La olvidé al irme. De todas maneras sabía que
era una estupidez hacer maleta. Ni siquiera recuerdo si ese día llevaba ropa puesta, pero no
importaba (vivía en una tierra donde su gente
caminaba con el cuello erguido mirando siempre
al cielo. Pobres hombre jirafas. Aunque siempre
admiré sus kilométricas bufandas) pues como ya
mencioné, las jirafas solo se andaban con grandezas. De ahí no recuerdo mucho más, solo que
partí a pasos lejanos atravesando paisajes y
rutas cambiantes llegando a reunirme con personas de todas almas y miradas. Gentíos sinfín. Y
estaba en medio de todas ellas, pasando de
montones, algunas de miradas distantes y otras
preocupadas por su presión arterial y las lonjas
que se asomaban indiscretas a ver el exterior.
Me detuve y fui más despacio; una introspección
llegando. Me di cuenta de todas las personas que
no era: la niña chillona con rodillas raspadas y
mucosidad en su expresión, esperaba no ser
tampoco una jirafa (sus bufandas no valían tanto
la pena), no era quien recorre el cuer