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Nicaragua tan violentamente dulce
“Ya ves, viajero, esta su puerta abierta, todo el país es una inmensa casa. No, no te equivocaste de aeropuerto: entra nomás, estás en Nicaragua”. Noticia para viajeros, Julio Cortázar. Managua, febrero de 1980.
En Marzo de 1976, Julio Cortazar brindaba un ciclo de conferencias en Costa Rica cuando fue invitado por Sergio Ramirez y Ernesto Cardenal a conocer Nicaragua. Al finalizar sus tareas en el país vecino, aceptó la invitación e ingresó clandestinamente. En esa primera visita conocería los rumores de una revolución creciente en contra de la dinastía dictatorial de los Somoza, y tomaría partido de esa lucha que, tres años más tarde, derrocaría a ese gobierno.
El escritor existencialista mostraría su lado de intelectual comprometido socialmente, estaría presente en las campañas de alfabetización, en las mesas redondas que se llevaron a cabo en la Universidad Centroamericana (UCA) y, sobre todo, intentaría dar batalla a su modo, con su arma más letal, las palabras. Éste libro reúne todo ese material: artículos, conferencias, entrevistas (tanto a él como hechas por él) y crónicas literarias. Todo con un punto de vista claro y con ese estilo particular que caracteriza al Cronopio supremo.
Es casi una obligación recomendarlo, sobre todo a aquellos que quieran ser periodistas porque es unos de los temas fundamentales abordado a lo largo del libro. Implícitamente, Cortázar analiza y critica el rol de los periodistas y de los medios hegemónicos mundiales de la época, esos que cumplían el papel de reproductores de un falso discurso, omitiendo datos que generarían una mejor comprensión de los hechos (embajadora de EE.UU en las Naciones Unidas). Enemigos, sí, porque a base de un ilusorio pretexto como la democracia (gran paradoja teniendo en cuenta su apoyo a los Somoza) o la libertad de expresión, permitieron y justificaron la invasión y destrucción, de todas las formas posibles, en Nicaragua.
y transcribiendo las palabras de los grandes enemigos de la Revolución Sandinista: Ronald Reagan y Jeane Kirkpatrick (embajadora de EE.UU en las Naciones Unidas). Enemigos, sí, porque a base de un ilusorio pretexto como la democracia (gran paradoja teniendo en cuenta su apoyo a los Somoza) o la libertad de expresión, permitieron y justificaron la invasión y destrucción, de todas las formas posibles, en Nicaragua.
Cortázar se hace eco de la voz de un país, busca la solidaridad de todo el mundo para seguir construyendo lo que a sus ojos es una utopía concebida. Finalizando el libro aparece la trascripción de una entrevista a Julio Cortázar, Ernesto Cardenal y Ricardo Utrilla (director de la agencia EFE) en el programa español “Buenas noches”. El autor, aunque poco disfruta de la situación de hablar en público, hace hincapié en lo antes mencionado: la manipulación de la información, su respaldo a la Revolución y el apoyo de todos. Al finalizar el programa, que cierra con sus palabras, dice: “la solidaridad con Nicaragua es una responsabilidad muy profunda, porque va más allá de Nicaragua misma. Al defender a Nicaragua, la causa de Nicaragua que es justa, estamos defendiendo muchas cosas. Estamos defendiendo un idioma, estamos defendiendo un origen común, estamos defendiendo una cultura”.
Corazón deltator 17 11