constelando-con-tus-suenos-teaser | Page 3

22 María A. Cisneros Zerpa hermana, que era la única que estaba en casa. Ella me creía, siempre me creyó. Con mis padres no hablaba del tema. Mi madre siempre había sido practicante católica y solo me decía que rezara. Un día, en el colegio, decidí hablar este tema con mi maestra, a ver qué me decía, y me enviaron a dirección. Yo se lo repetí a la directora, también una persona católica pero con la mente abierta, y me recomendó que no tuviese miedo, pero no hallaba qué más decirme sino mandarme a rezar. Hasta llegué a visitar a un cura; ya no sabía con quien hablarlo. Reflexión: En la sociedad y aún en la actualidad, cuesta aceptar esa «realidad sublime» que estoy totalmente segura que sentimos todos, unos en mayor grado que otros, pero simplemente, como no sabemos darle una razón lógica, volteamos a otro lado sin saber cómo enfrentarlo. Y así, desde el miedo y la incertidumbre de lo que experimentaba cada noche, a partir de cierta edad –ocho años, aproximadamente–, no volví a ver las luces de colores. Sin embargo, comencé a tener otro tipo de manifestaciones, los sueños, con historias muy extrañas. Recuerdo uno en especial, como a los diez años, en el cual me había muerto y subía al cielo, pero antes de llegar al cielo tenía que esperar en una sala inmensa con muchas almas. Los muertos teníamos que esperar a que nos enterrasen en el cementerio, en su defecto, el acto final de despedida, y yo no entendía por qué esperaba tanto. Decidí volver a la tierra para saber qué pasaba. Cuando bajé, no encontraba mi tumba y me desesperé tanto que me desperté llorando y abrazando a toda mi familia. Era un sábado sobre las 6 a.m., casi me matan de verdad. De todas formas, le di un beso a mi hermana, con quien compartía habitación, y me acosté entre mis padres para sentir que estaba viva y los tenía a mi lado.