constelando-con-tus-suenos-teaser | Page 11

30 María A. Cisneros Zerpa vantó aterrada despertando a todos; era mi tía abuela Felicia. Mi tía había vivido varios años con nosotros en casa y, cuando murió, supongo que su espíritu no quiso irse tan pronto de este mundo; es por eso que durante algunos años más la sentimos caminar desde su habitación hasta nuestras habitaciones, cruzando todo el piso. En la cocina sentíamos cómo se abría el horno, en la sala se escuchaba rodar su silla; sus rutinas siguieron sintiéndose en nuestra casa durante mucho tiempo. Una tarde me fue a visitar una vecina, amiga de la infancia, y le dije que me esperase un momento mientras me duchaba; creo que no estuvo más de cinco minutos y se fue corriendo mientras gritaba, diciendo que sentía a alguien caminando por la casa –estábamos solas– y que fuera a su casa, pues ella no volvería más a la mía. Cuando salí de la ducha, simplemente ya no estaba. Mi hermano, siendo muy joven, se casó con una chica que estuvo viviendo con nosotros un tiempo. Ellos discutían mucho y, en ocasiones, sentían a mi tía venir hacia la puerta de la habitación de mi hermano, que estaba cerrada, y se paraba delante de su habitación. Normalmente era un motivo para dejar de discutir. En casa nos acostumbramos a sentir a mi tía Felicia; en realidad no nos asustaba, hasta que un día dejamos de sentirla. En la casa de mi tío el Morocho, gemelo de mi padre, acostumbrábamos a pasar temporadas y también sucedían manifestaciones multidimensionales pero más perturbadoras. A cualquiera que entrara en esa casa se le perdía algo; podía ser un zapato, un bolso, un pendiente, la tapa de una pintura de labios, todo. Nadie se atrevía a dormir en la habitación de al lado de la sala, cerca de un aseo; se sentían ruidos como si alguien revisara cajones. De noche, todos usábamos el baño principal y evitábamos ir hasta aquella habitación o aseo. Mis