Constelando con tus sueños 29
Teniendo catorce años, aproximadamente, fui consciente
de que mi padre practicaba la espiritualidad a su manera. Él
no iba a misa como nosotros cada domingo; tampoco recuerdo
ningún interés por su parte en mis clases de catequesis. Él
iba a la iglesia cuando le apetecía pero, en cambio, practicaba
constantemente su fe a través de su forma de pensar y observar
la vida. Estaba lleno de sabiduría, detrás de una fachada de seriedad
y autoritarismo. A mi padre le teníamos mucho respeto
y hasta temor en determinados momentos. Con el tiempo, a
medida que iba creciendo, empecé a desvelar la sabiduría en su
ser, envuelta en sus propios miedos.
La mediumnidad era otra de las cualidades de mi padre, pero
no lo supe hasta que fui mayor. Era un tema tabú y supongo
que no querían que yo lo supiera y, por supuesto, tampoco
que lo desarrollara. Mi padre no era ni había sido el único en
practicarlo; con el tiempo, descubrí ciertas habilidades de mi
hermana, mis tíos paternos y, por último, mi abuelo paterno,
fallecido antes de que yo naciera.
De pequeña, recuerdo que mi padre tenía un altar donde
guardaba algo muy sagrado para él, una pirámide de madera
envuelta en una tela de terciopelo rojo cuyo interior escondía
algo que nunca desvelé. La biblioteca era su gran tesoro, desde
libros de medicina, química, historia universal, enciclopedias,
la Biblia y hasta libros espirituales que aún conservo conmigo:
Metafísica al alcance de todos (Conny Méndez), Muchas vidas,
muchos maestros (Brian Weiss), El Sendero de los Maestros (Julian
P. Johnson).
Crecí en un entorno familiar con experiencias paranormales.
Mi propia casa era un clásico ejemplo. A nadie le gustaba quedarse
a dormir en mi casa e incluso quedarse solos. En una
ocasión, una prima, mientras dormía en la habitación de mi
hermano, sintió cómo alguien caminaba por la casa y se le-