Congresos y Jornadas Didáctica de las Lenguas y las Literaturas - 2 | Page 23
cuela, en lo que concierne a lecciones y usos de materialidad puesta
en circulación”. Nos ocuparemos de las primeras prácticas, aquellas
vinculadas a la escritura como un modo de abordar uno de los contenidos más significativos a la hora de la enseñanza de la lengua y la
literatura.
Hasta el siglo XVII la escuela enseñaba a leer, pero con la llegada
de la modernidad se hizo necesario enseñar a escribir también. En
principio se planteó esta tarea como oficio o actividad profesional,
por la falta de papel, el cuidado de las plumas y las tintas, pero de la
mano de las escuelas cristianas, un siglo después, se propuso no enseñar caligrafía sino “escritura rudimentaria” facilitando el proceso. En el siglo XIX se popularizó aún más esta práctica a partir de
una gran revolución tecnológica: se inventan el lápiz y la lapicera
metálica, los costos del papel habían bajado y ya no era necesario el
uso de pizarras de arena, sino que las pizarras eran más pequeñas y
más fáciles de manipular. Superando a la lectura, la escritura empezaba a cumplir con unos de los objetivos más importantes de la educación en ese momento: el disciplinamiento del alumno y la conformación del cuerpo. Tal como afirma Diana Gonçalves Vidal el escribir exige un lugar propio, ya que es una técnica violenta del cuerpo,
de dominio del gesto, de soledad, de cara con uno mismo. La escuela fue concebida como un espacio civilizador para facilitar la regulación de las conductas de jóvenes y niños, y hacia allí se orientaba la
enseñanza de la lectura y la escritura.
En el siglo XXI, la revolución de la escritura se acelera y los modos de escribir se transforman con la llegada de los soportes digitales, quienes poco a poco se van imponiendo sobre los ya viejos dispositivos analógicos (papel, cuadernos, carpetas, libros, etc). La esInvestigación y Práctica en Didáctica de las Lenguas
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